martes, 29 de marzo de 2011

Cooperativas y Redes


Por: José Luis Gutiérrez Lozano - josgutie@hotmail.com

El mundo deberá acostumbrarse a alimentos caros, afirmó el FMI. El aumento de la demanda de granos y de otros productos básicos, dice, se debe a cambios estructurales en la economía global. Ha sentenciado el organismo más visible del Consenso de Washington -grupo de entidades que rigen la economía global a favor de los oligarcas que operan detrás de los gobiernos- que tomará años que la oferta llegue a satisfacer la demanda. Advierte sobre mayor escasez mundial de insumos claves para la producción, como tierra, agua y energía y, al hacerlo, desencadena temores y movimientos especulativos con los cuales pretende continuar manipulando a una población que ha comenzado a descubrir su juego.
La agricultura industrial –la que controlan a través de los monopolios comercializadores, productores de agroquímicos y de organismos genéticamente modificados y patentados- parece ser su último bastión, siendo que cada vez más personas logran burlar la dictadura de los mercados y las instituciones financieras. Si bien aún sus maniobras inciden en los países que se han sujetado a sus mandatos, la defensa de producción orgánica –o simplemente a base de semillas criollas- con esquemas de producción cooperativa y redes solidarias de comercialización permite a un creciente número de pobladores del mundo volver a la soberanía alimentaria.
Deseo articular mi tesis expresada recientemente durante la presentación del libro que sobre cooperativismo coordinó mi amigo Daniel Carlos García Gómez. Planteo que si bien es necesaria la organización cooperativa en la construcción de un modelo económico alternativo para remontar los vicios de éste que predomina actualmente, no es suficiente  si no se concibe en la lógica de redes.
La lógica de redes, en contraposición a la dependencia de monopolios, permite lograr la coordinación del trabajo entre entidades productivas, de manera que sus acciones las fortalecen mutuamente de manera solidaria. Mediante la coordinación entre actores económicos, cuyas actividades se  relacionan entre sí o concatenan, se ha probado posible abaratar los alimentos, y otros bienes básicos, asegurando el abasto en ámbitos locales. Al agregar sus acciones de coordinación en ámbitos regionales o incluso continentales, mediante el Comercio Justo y el Consumo-Producción Responsable y Sustentable, se está logrando la transformación que el mundo necesita para emancipar al ser humano del capitalismo salvaje. Este es una vertiente de lo que el filósofo brasileño Euclides André Mance ha llamado “la revolución de las redes”.
La lógica de codependencia cliente-proveedor se ha desarrollado desde las teorías de la administración y, actualmente, uno de sus enfoques más populares se conoce como Cadena de Valor. La Cadena de Valor es una herramienta de gestión diseñada a mediados de la década de 1980 por Michael Porter, especialista en gestión y administración de empresas, profesor en la Escuela de Negocios de Harvard. En principio, dicha herramienta metodológica buscó realizar un análisis interno de una empresa, a través de su desagregación en sus principales actividades generadoras de valor. Paradójicamente, con ello se buscó abatir costos para incrementar la ganancia de las empresas capitalistas. Partió de la base de que cada área o función empresarial  tiene particulares ventajas en costos y diferenciación - ventaja competitiva- en la cadena de actividades de su proceso productivo.
El concepto de cadena de valor entra al campo del desarrollo económico regional y de las micro y pequeñas empresas (MiPYMES), partiendo de la base empírica de que, por lo general, estas no tienen los recursos ni las capacidades para adoptar estrategias individuales que permitan por sí mismas ser exitosas económicamente. Es aquí donde las estrategias de agrupación en redes empresariales, que permiten integrar procesos desde la producción hasta la comercialización,  son fundamentales para su viabilidad.
A partir de esta visión, en diversos países se desplegaron programas y políticas públicas dirigidas a fomentar esquemas que, con características más o menos similares, se denominaron “Aglomeraciones Productivas” o “Nodos de Competitividad”, abarcando diferentes sectores y subsectores. La diversidad de aportes de las últimas décadas generó criterios difusos con respecto a este concepto. Pero es evidente que en materia de políticas públicas para el desarrollo económico,  el concepto de “Cluster” -y en menor el de “Distrito Industrial”- ha adquirido ya aceptación generalizada.
Una visión más orientada a la relación solidaria entre emprendimientos que a las ventajas competitivas meramente utilitarias de los “Clusters”, ha dado pie al concepto “Arranjos Produtivos Locais” (APL) desarrollado en Brasil en la última década. Los APL son aglomeraciones de empresas con la misma especialización productiva, que comparten territorio, origen étnico, cultura y costumbres. Al mantener vínculos de articulación, interacción, cooperación y aprendizaje entre sí, los emprendimientos que conforman los APL, forman Cadenas de Valor que complementan los valores del cooperativismo a escala local, regional e incluso, mundial.
Al quedar expuesta la descarada manipulación para concentrar la riqueza global, la reorganización de la economía en redes y cooperativas ofrece una alternativa frente al capitalismo controlado por monopolios.

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