En el Paraguay, la profética frase de monseñor Ismael Rolón, al parecer se esta cumpliendo: Paraguay tierra sin hombres y hombres sin tierra. Las campiñas se están vaciando. Miles de campesinos e indígenas están siendo expulsados por el monocultivo de la soja transgénica. Algunos por vender sus fincas, otros, expulsados por la fumigación masiva con venenos y productos químicos, entre ellos el glifosato, necesarios para el cultivo de la soja modificada. 300.000 paraguayos salieron del país en los últimos 5 años, conforme estadísticas de la Iglesia. Los indígenas, analfabetos, que no saben hablar español, no tienen esa mínima posibilidad. En las grandes ciudades del país se dedican a recolectar basura, latitas de aluminio o prostituir a sus hijas. El drama supera cualquier película de horror.
El pueblo que en su mayoría se volcó votando por Lugo se encuentra decepcionado. Un líder carismático, pero sin el talento y el arte de los políticos profesionales. Incapaz de negociar con la clase política que le utilizó para tumbar a los colorados, incapaz de obtener los votos necesarios del Parlamento para llevar adelante su programa de gobierno, si es que tiene alguno. Honesto pero un tanto ingenuo, vive soñando un Paraguay ideal pero ya con escaso tiempo.
Para más, casado con un pequeño grupo de izquierda, con muy buena intención quizás, pero sin representatividad y sin la habilidad necesaria para conquistar un pueblo ultraconservador. La extrema derecha agavillada en la asociación rural y en las cámaras de comercio e industria, dominando los grandes medios de información, operan abiertamente contra el Gobierno, obstaculizando cualquier buena intención. El vicepresidente Franco, que ya sueña con el sillón presidencial, que no sabe que los problemas que tiene Lugo van a multiplicarse hasta el infinito con él.
Los liberales, que quieren más y sustituir a los colorados en sus vicios. Los colorados que perdieron el poder después de 60 años de hábil manejo político, las Fuerzas Armadas que perdieron protagonismo, se encuentran incubando miles de ideas. La mafia que no está pudiendo operar como siempre lo hizo.
La imposibilidad de cobrar impuestos a los grandes hace que se centre en los pequeños que trabajan de paseros trayendo pequeños rubros de alimentos para subsistir, lo que provoca la ira generalizada de la población que vive de ese trafico. Así las cosas, no se ve la luz al otro lado del túnel.
Un hastiado Lugo, viajando de nuevo al exterior, esperando que durante su viaje las cosas se arreglen por sí solas. Y ahora, la ultraderecha colorada que pretende la descentralización de la distribución de agua, para una vez privatizada, en sociedad con las transnacionales aplastar y dominar más al pueblo, mediante el cobro abusivo del servicio, y la posibilidad de rematarles sus propiedades, y mediante amenazas tratar de obtener de nuevo el poder con el nuevo grupo que va a provocar mayores problemas.
No podremos solucionar todos los problemas, pero por lo menos evitemos un gran problema que se viene con la privatización del agua. Evitemos que un grupo se apodere de la distribución de agua en el país.
Evitemos que se cierren los pozos artesianos que dan agua a la población pobre, luchemos en contra de esa ley. El agua es un recurso indispensable, un bien de la humanidad. No puede cotizarse en la bolsa, no es un bien económico ni un comodity.
Por: Eduardo Morales - Abogado
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