Diálogo Abierto. Doctor Jorge Daneri, especialista en Derecho Ambiental: “En Argentina y Uruguay ya están desapareciendo lagunas, napas y acuíferos superficiales"
La poesía y una concejalía
—¿Dónde naciste?
—En Paraná, el 18 de marzo de 1961.
—¿Desde cuándo ocupado por las cuestiones socio-ambientales?
—Tiene dos razones de ser: una, mi madre, quien desde mi infancia escribió mucho sobre el río, desde la poesía, y la otra cuando fui concejal –con 27 años– que comencé a estudiar la figura del Defensor del Pueblo y presenté el primer proyecto para su creación. Fue un shock intelectual estudiar derechos colectivos e intereses difusos. Cuando terminé el mandato hice un posgrado en Derecho Ambiental y a partir de allí encontré la posibilidad de integrar lo profesional y lo técnico con la militancia social y política, con una sinergia interesante.
—¿Cuál es el alcance de ese posgrado que estudiaste?
—Fue de los primeros que se hicieron en el país. En ese momento sólo existía en la Universidad de Buenos Aires (UBA), pero yo hice el primero en la Universidad Nacional de Córdoba. Éramos siete alumnos, así que fue un privilegio y lo que menos vimos fueron abogados. El equipo docente estaba integrado por psicólogos, antropólogos sociales, licenciados en Ecología, biólogos, ingenieros agrónomos e hidrólogos.
—¿Qué universos descubriste a partir de esa mirada multidisciplinaria?
—Cambió y se amplió mi visión del mundo, de cómo relacionarnos con la gente y hacer política. Me posibilitó saber dos cosas: que, como en todo, uno no deja de aprender. Particularmente en el Derecho cuando se elige una rama se profundiza en ella. Pero el Derecho Ambiental se nutre cotidianamente de todos los saberes vinculados al hombre como parte de la naturaleza y no como extraño a ella. Por eso uno de sus principios más fuertes es el de protección de la diversidad, no sólo biológica sino fundamentalmente cultural, que tienen que coexistir. No hay diversidad cultural sin diversidad biológica. A un pueblo originario si le voltean la selva o el bosque, desaparece, porque milenariamente vivió así. Lo otro fue la posibilidad de conocer gente maravillosa. Vivo de esto y lo digo con mucha alegría y orgullo, y nos posibilita trabajar con seres especiales, como los maestros Leonardo Boff y el excepcional mexicano Enrique Leff, director de la Red de Formación Ambiental de Naciones Unidas; o Carlos Galano, secretario de Relaciones Internacionales de la Ctera.
Logros de una Convención
—¿Qué primeros diagnósticos realizaste?
—Hay una primera gran visión regional y territorial que no se puede trabajar sin tener una visión generalista mundial y latinoamericana. La visión de cuenca y ecosistemas en función de potenciales modelos productivos de lo que pasa con los vigentes y lo que debiera ser en función de un proyecto regional y de provincia a 20, 30 y 50 años. Con el agravante de que éstos no se pueden construir seriamente en una etapa mundial con crisis de civilización, sin considerar procesos como los de cambio climático, que desestructuran absolutamente todos los modelos vigentes. Cuando fuimos a la Eco 92 en Río de Janeiro los ecologistas planteaban que la temperatura en los próximos 100 años aumentaría hasta 2º y se los trataba como “loquitos” desde el poder. Hoy el IPCC, la convención de expertos de la Convención de Cambio Climático, dice que la temperatura en los próximos 100 años aumentará mínimamente 1,8º y como máximo 5,8º. Los loquitos nos quedamos cortos en el 92 y el escenario que viene implica un replanteo de modelo y proyecto productivo, y por lo tanto de provincia, gigantesco del cual nadie habla y, menos, hace. Lo positivo es que la Convención Constituyente provincial se pudo aislar lo suficiente de la crisis agropecuaria para construir una normativa consensuada sobre sustentabilidad y ambiente que, como lo dice la maestría de Derecho Ambiental de la UBA, es la mejor normativa que hay en Latinoamérica. También logramos que haya una cláusula sobre cambio climático, que explore un concepto sobre mitigación y adaptación a dichos procesos, y establecer que el modelo productivo es sustantivo y vital. Esto permite tener a los gobiernos venideros un basamento constitucional para construir políticas de Estado en un tema central que atraviesa absolutamente toda la vida de los próximos siglos.
—¿Qué acciones gubernamentales y conductas sociales debieran derivarse de esas cláusulas constitucionales?
—Es un cambio radical que no se ha iniciado ni en el país ni en Latinoamérica, salvo excepciones, el cual debe construirse con todos los sectores. Esa transición democrática a la sustentabilidad, como dice Ecio Mancini, que tiene una posibilidad de construirse a 20 o 30 años tiene que garantizar las democracias y eso se construye con una democracia ampliamente participativa. Hay que discutir qué produciremos en Entre Ríos: ¿soja, eucalipto, arroz o un escenario de diversidad en serio; a qué escala; de la mano de las trasnacionales o de nuestra gente y con nuestro propio sistema de tecnología; de la mano de la Universidad pública o de Monsanto? Ese debate a 2º de temperatura arriba es vital e implica un cambio cultural y reformas democráticas extremas, que no son de la noche a la mañana. Hay mucho que tomar de otras culturas. Tuve el privilegio en 2000, representando a la Argentina, de estar en Ammán (Jordania) en el Congreso Mundial de la Unión para la Conservación de la Naturaleza. Ammán está rodeada de una faja de tierra de un kilómetro de largo, traída desde 300 kilómetros. Por goteo se autoabastece de horticultura en un 60%. No hablemos del ejemplo de Israel, que es el más impactante. Cuando vemos de dónde traemos nuestra producción en verduras y hortícola, y lo que pasó en Entre Ríos en los últimos 50 años, siento vergüenza propia y ajena, porque es un genocidio ecológico, productivo y cultural. Hemos sido cómplices y tuvimos grandes responsables en democracia. Uno de los más patéticos es Felipe Solá quien es responsable del modelo sojero-transgénico que fue arrasador, exitoso en algunos aspectos, muy coyunturalmente, y responsable de casi el exterminio de la merluza por parte de la flota española. Y hoy aparece como una expresión renovada de la política argentina. Esto es vergonzoso. Hoy es imposible decir “basta de soja mañana” pero se requiere de una transición seria para reaprender mucho de lo que hicieron con la tierra nuestros abuelos inmigrantes. Y a la vez aplicar la tecnología moderna a un sistema que vuelva a llevar la gente al campo y reconstruya la cultura de la producción amigable con las escalas humanas y las pequeñas parcelas productivas, como tantos ejemplos hay en el mundo. No con un modelo que necesita muy poca gente en la tierra, con mucha superficie y donde todo se privatiza, especialmente la vida, como las megapatentes de las semillas, que son vida.
—¿No hay un déficit de las usinas productoras de conocimiento, además de intereses económicos, miopía política y decisiones cortoplacistas y coyunturales?
—Uno de los grandes logros de la década menemista y del neoliberalismo en Sudamérica es intentar vaciar lo que fue emblemático y realmente excepcional especialmente en Argentina, la Universidad y el sistema de ciencia y tecnología públicos. Que hoy Monsanto esté subsidiando la investigación pública es una de las mayores vergüenzas, cuando hace 30 0 60 años venían a estudiar de toda Latinoamérica porque era la usina de sabiduría técnica, tecnológica y científica académica. Era como la India en Asia del sur.
Ricos sin saberlo
—¿Cómo se puede definir el concepto de cuenca desde una visión actualizada y cuál es el diagnóstico?
—¡Qué linda pregunta! Entre Ríos y Corrientes, fundamentalmente, son los dos territorios más privilegiados del planeta y nuestros pueblos –y lo digo respetuosamente– no se han apropiado de ello. En Misiones, Corrientes y Entre Ríos el 100% de sus tierras son productivas y tienen plena disponibilidad de agua potable, lo que convierte a su población en la de mayor índice de disponibilidad de agua potable y tierra productiva per cápita del planeta. Es de los únicos lugares en el sur del mundo donde las mujeres no tienen que caminar horas por día para llevar agua a sus hogares, como pasa en Asia, África y otras zonas de las mesetas áridas de la Cordillera y Sudamérica. No apropiarnos de esto y depender de un modelo tecnológico impuesto desde las multinacionales es realmente patético. El proyecto de la Región Centro, como está estructurado, no lo construyeron nuestros gobiernos sino que se hizo desde la lógica de Monsanto.
—¿Una cuenca sojera?
—Exactamente, que incluye Brasil, Paraguay y Bolivia. Lo bueno de la discusión en la Convención Constituyente es que no se ató a la lógica simplista de la Región Centro, sino que dejó la posibilidad de jugar con una diversidad de acuerdos regionales, incluso con Uruguay y el sur de Brasil. En ese sentido está todo por hacerse, por eso hay que generar una batería de leyes, una de ellas sobre Cambio Climático en Entre Ríos, que es una cuestión que nace en el cambio cultural en la casa y ciudad de cada uno de nosotros. Esto implica discutir sobre energía, modelo productivo, gestión de cuenca, reforestación, transporte y red vial, y gestión de residuos, cuando hoy la discusión central es sobre el corredor bioceánico San Pablo-Valparaíso, puente Paraná-Santa Fe, y nuevo puerto de Santa Fe. Esto responde al modelo sojero.
—¿Cómo incide en la cuenca que la República Oriental del Uruguay haya definido –y eso se plasma año tras año sobre su territorio– un modelo productivo de monocultivo vinculado a las pasteras?
—El escenario de la cuenca del río Uruguay, toda el agua que confluye desde la Mesopotamia argentina, Uruguay y Brasil, fue elegido para ser la mayor productora de pasta de celulosa en el mundo, con una proyección de 10 a 12 plantas iguales o más grandes que Botnia. La definición política de este escenario es la aceptación territorial de una estrategia productiva que se lleva puesto a los habitantes y a la construcción de un modelo productivo democrático y participativo de los tres países. Brasil está discutiendo dejar sin efecto una ley de fronteras para nacionales a fin de que Stora Enzo (empresa sueco-finlandesa) pueda adquirir de 200.000 a 300.000 hectáreas sobre zona de frontera frente a la Argentina; es impresionante. El debate en el ámbito del Mercosur y Sudamérica es inexistente. Tabaré Vázquez está facilitando lo que no hizo el peor gobierno neoliberal más perverso que pudo haber tenido Sudamérica, como el de Carlos Menem. Lo que no hizo la derecha, lo está haciendo Tabaré.
—Pero es una definición estratégica y geoeconómica que lo excede…
—Sí, pero no se puede explicar que haya ratificado el Tratado de Protección Recíproca de Inversiones y haya enviado, aunque se frenó, el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, lo cual ni siquiera hizo el Partido Colorado o el Partido Blanco. No deja de impresionarnos. El escenario para Entre Ríos, especialmente Chajarí, Federación, Concordia, Colón, Concepción del Uruguay y Gualeguaychú, es extremadamente delicado porque ese río dejará de serlo. Ya está en niveles de contaminación insostenibles, especialmente por lo generado por Brasil y la Mesopotamia argentina, agrotóxicos y efluentes cloacales.
—¿Por qué no aparecen estos indicadores en los estudios que se realizan?
—Porque no se hacen evaluaciones ambientales estratégicas, que son mucho más que un estudio de impacto ambiental, ya que parece que en nuestra zona todo abunda y se derrocha. Europa está comenzando a hacerlas a través de una directriz marco de la Unión Europea en cuanto a gestión del agua, por cuestiones vitales.
Organismos inexistentes
—¿El Mercosur carece de legislación y organismos operativos en la materia?
—Tiene un convenio marco sobre ambiente que es muy pobre. El subgrupo 6 sobre Legislación Ambiental tiene una agenda tan focalizada que es como si no existiera.
—¿Por qué?
—Por su focalización temática en cuanto a emergencias ambientales y tratamiento de residuos peligrosos, pero no hay una agenda que tenga una incidencia integral que la lleve a discutir la transición a la sustentabilidad o que transversalice toda la agenda de ese organismo. No es más que el 0,5% de la agenda del Mercosur.
—¿Y la Comisión Administradora del Río Uruguay (CARU)?
—La CARU es otro escenario inexistente, particularmente a partir del conflicto con Uruguay. Solucionado el conflicto, y fundamentalmente las dos cancillerías, tienen un escenario que es de una significación que no sé si la política argentina está a la altura de las circunstancias.
Abundancia, escasez y cultura
El especialista en Derecho Ambiental destacó los nuevos mecanismos jurídicos existentes a partir de la flamante Constitución entrerriana y destacó el modelo de gestión del agua de la provincia de Mendoza.
—¿Qué puede hacer el ciudadano común frente a cuestiones que superan la posibilidad soberana de los estados?
—En primer lugar, estudiar. Cualquiera tiene acceso a información sobre cambio climático y lo que puede hacer cotidianamente. En cuanto al acceso a la Justicia existen las herramientas, que a partir de la nueva Constitución, ante el sólo hecho de la omisión por falta de políticas, se puede acceder. En estos próximos cuatro años la construcción legislativa y de políticas de Estado puede y debe ser maravillosa, como lo demuestra el amplio consenso que hubo en esta materia en la Convención. Hay que aprovecharlo para que se transforme en políticas de gobierno y en un proyecto de provincia.
—La idiosincrasia dominante indica que se actúa solamente ante la profundización de las crisis y estallido de los conflictos...
—Si algo interesante debiéramos hacer los entrerrianos con nuestros chicos de Primaria y Secundaria, y también los centros de estudiantes, es ir mucho a Mendoza, por su modelo de escasez de agua. Tiene solamente el 5% o 6% de su territorio productivo y lo demás es desierto. Y nosotros importamos horticultura desde allá. Entre Ríos debiera tener un PBI tan potente como el de San Pablo, en Brasil, desde una lógica más creativa.
Fallo de La Haya: “Lo más rico serán los considerandos”
Daneri prefirió no arriesgar un pronóstico en cuanto a la decisión de la Corte de Justicia de La Haya sobre el conflicto con la República Oriental del Uruguay en torno a la pastera Botnia. Sin embargo, no descartó que se expida en términos de “corresponsabilidad” y que lo más sustancial del pronunciamiento estará en los considerandos.
—¿Tenés algún indicio o intuición fundada en cuanto a lo que puede ser el fallo de la Corte de La Haya?
—Tiene en sus manos la posibilidad de cambiar no sólo la historia de la cuenca del río Uruguay, sino que sea emblemático para el planeta. Lo más importante serán los considerandos, más allá de lo que resuelva.
—¿Por qué?
—Porque los fundamentos del fallo no tendrán desperdicios. Puede tener la originalidad de que llame duramente la atención a los dos países y trabaje sobre el principio de la corresponsabilidad. El hombre se ha puesto en un lugar en el planeta en el cual no es un miembro más de la evolución de las especies sino que tiene la corresponsabilidad de la coevolución.
—¿En qué sentido?
—En que decide si sigue como especie, evolucionando, en la evolución del planeta, o si se va. Esta corresponsabilidad, trasladada a la Corte de La Haya, implicaría un llamado de atención y sanción a los dos países y la necesidad de hacer un nuevo tratado no sólo con Uruguay sino también con Brasil. Si miramos la construcción de las tres represas que Argentina y Brasil están suscribiendo, el complejo de Garabí, con reclusas, para darle fundamentalmente energía a las pasteras y plantas siderúrgicas, el escenario es más de lo mismo. Con una fuerte presión del gobierno de Lula, quien ha simplificado y disminuido todos los plazos de los estudios de impacto ambiental, al igual que desjerarquizó políticamente el área ambiental de su gobierno, que es emblemática.
—¿Lo que acontece en los tres países en esta materia –con gobiernos denominados “progresistas”– indica que hay que reformular los paradigmas ideológicos en torno a esta cuestión?
—El gran debate que se viene es traumatizar ideológicamente la agenda de los dirigentes políticos conocidos. Creo que Lula es un gran estadista, al igual que Evo Morales. En Argentina no hay ningún partido político ni coalición que tenga apropiado esto sobre lo que estamos hablando, salvo algunos legisladores que son excepción.
—¿Harías una prospectiva sobre la parte resolutiva del fallo de La Haya y sus posibles consecuencias?
—No, no, no. Tengo claro que no hay tribunal en el mundo más independiente que éste, por su conformación, diversidad cultural y trayectoria de cada juez. Tiene un grado de imprevisibilidad y a la vez de tranquilidad; creo en esto aunque pueda estar equivocado y creo en su capacidad de creación de un fallo ejemplar.
El agua y la amenaza de los totalitarismos
Mientras que en muchos lugares el agua limpia y fresca se da por hecho –como acontece en Entre Ríos– en otros es un recurso escaso o contaminado en sus fuentes. Aproximadamente 1.100 millones de personas –18% de la población mundial– no tienen acceso a fuentes seguras y más de 2.400 millones padecen el saneamiento inadecuado. En los países en desarrollo más de 2.200 millones de personas –la mayoría de ellos niños– mueren cada año a causa de enfermedades asociadas con la falta de acceso al agua potable, saneamiento inadecuado e insalubridad.
—¿Qué indicadores te llamaron la atención de los expuestos en el último Foro Mundial del Agua de Estambul del cual participaste?
—Alegría, porque no obstante que el escenario en el mundo es de privatización del agua, se está logrando frenarlo.
—¿Qué implica cuando se dice privatización del recurso?
—Distribución del agua a través de empresas privadas en términos urbanos. Entre Ríos tiene en la Constitución la prohibición y logró frenarlo durante el menemismo por un fuerte movimiento cooperativo. Haber declarado al sistema de humedales y ríos libre de megaobras de infraestructura para preservar uno de los sistemas únicos de producción milenaria de agua dulce y potable de la mejor calidad, es único en el planeta. Uno cuenta esto en otras partes del mundo y no te creen. Más allá de las tendencias en el mundo, Entre Ríos tuvo la capacidad de cambiarla y lo construyó nuestro propio pueblo, con Gualeguaychú como ejemplo.
—¿En lo global se especula con un punto o coyuntura crítica en cuanto a escasez y acceso?
—Sin lugar a dudas. El gran debate es la accesibilidad y se habla de que este siglo será el de las guerras por el agua, que también es la historia del mundo. Mancini dice, y hay que ser cuidadoso, que si las democracias no garantizan la transición a la sustentabilidad, los conflcitos socioambientales, petróleo, energía y agua serán los que justifiquen la conformación de nuevos totalitarismos. Estados Unidos, en la gestión de Bush, expresa esto. Guatemala es el ejemplo más patético en el mundo de genocidios oficiales por luchas contra represas en la década del 90.
—¿Cuál es la relación de agua, modelo sojero y modelo pastero?
—Es impresionante. Es el famoso tema del agua virtual o la cantidad de agua que se va con un poroto de soja y con la pasta, que es monumental. El economista Walter Pengue es un especialista en este tema y analiza la cantidad de agua que se va sin costo alguno en estas dos producciones.
—Una forma concreta de exportación de agua a bajo costo…
—Absolutamente, lo que pasa que al día de hoy la disponibilidad es muy grande, sin considerar que la desaparición de lagunas, napas y acuíferos superficiales ya se está dando tanto en Argentina como en Uruguay.
—¿Qué otros hechos notaste como sintomáticos en el ámbito del foro?
—La fuerte caída de la participación de las organizaciones ambientales, comparado con otros foros. Como elemento positivo, han aparecido muchos países, fundamentalmente de lo que era la Unión Soviética, con posiciones interesantes en cuanto a la gestión pública del agua y las cuencas, su relación con megainfraestructuras y la calidad del recurso. Todo esto no puede ir separado si se habla de una gestión democrática.
Fuente: Diario UNO de Entre Ríos - Por Julio Vallana / De la Redacción de UNO
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