sábado, 28 de marzo de 2009

PERÚ - Los Transgénicos a Debate: Doce discrepancias con los amigos de Monsanto

Por Silvia Wú Guin* y Fernando Alvarado de la Fuente**

Con este artículo queremos sintetizar los principales puntos de discrepancia existentes entre los que defienden los transgénicos y los que los cuestionamos y proponemos como alternativa los alimentos ecológicos, sanos, libres de fertilizantes y pesticidas químicos.




1. Los amigos de Monsanto no quieren el etiquetado de transgénicos


¿Declarar o no declarar la existencia de insumos transgénicos en las etiquetas? He ahí la preocupación de los pro transgénicos que ven amenazada la expansión de su propuesta. Para nosotros la situación es sumamente clara 'el derecho de las y los ciudadanos a conocer lo que consumen es un derecho irrenunciable e indiscutible'. Ya lo dijo el Dr. Jaime Delgado en repetidas ocasiones y coincidimos en ello "el derecho a la información es un principio fundamental, y ello no está en discusión".

Nota del Editor: Vínculo a la lista para ESPAÑA de productos 'verdes' de alimentos libres de transgénicos y 'rojos' que se elaboran con transgénicos esten etiquetados o no, o bien no han informado a Greenpeace España que no los tengan: http://www.greenpeace.org/raw/content/espana/reports/gu-a-roja-y-verde.pdf y su reciente actualización al 24 de febrero de 2009: http://www.greenpeace.org/raw/content/espana/reports/actualizaci-n-de-la-gu-a-roja.pdf
Ahora bien, lo que debemos reconocer en primer lugar es que, las etiquetas sirven principalmente para informar, veraz y objetivamente acerca de los antecedentes de los productos. Las etiquetas se asemejan por tanto, a una declaración jurada, que cuanto más detallada y verídica, mejor dirá de la empresa que la declara. Para nada estamos apelando al tono “preventivo”, pues lo preventivo resulta una condición relativa a las personas. Así, el hecho que una empresa declare —o no— como insumos al gluten, al maní o a la canela, para unas personas resultará mera información de la empresa con ánimo de ser transparentes a sus fieles consumidores, y para otras, será la diferencia entre una vida saludable, o, una vida con síntomas crónicos, o incluso, la muerte por shock anafiláctico, por no haber dado lectura a las etiquetas o porque las etiquetas no declaran sus insumos.




Así como se declaran insumos como el gluten, el maní o la canela, también se declaran los aditivos como la cafeína, la tartrazina, el aspartame o el glutamato monosódico. Así, las personas que hemos detectado hipersensibilidad a estos aditivos bien hacemos en evitarlos. Sólo es cuestión de información y de la toma de decisión personal.



En conclusión, toda declaración en la etiqueta contribuye a descartar o verificar las razones de posibles intoxicaciones o reacciones alérgicas pues permite rastrear ingredientes e insumos. Dicho de otra manera, si su criatura sufriera de alergias, y por ello la llevara al médico, éste le preguntará por la rutina que lleva, y dentro de ella, la dieta que le administra. Si consumiera, por ejemplo, algún derivado de soya, como ‘leche’ de soya, y diera la casualidad que además se tratara de soya transgénica (que hoy en día es altamente probable), el conocer esta condición a través de la etiqueta ayudaría a descartar o verificar esa sensibilidad. Lo contrario es no contar con un mínimo de pistas, haciendo casi infinitas las suposiciones, las pruebas, los yerros, hasta dar con el acertijo.






2. Los procesados y sus peligros a la salud




Además de los ingredientes, por supuesto que es importante conocer el proceso de producción, y toda aquella empresa que no tenga reparos en informarla, la declarará, más aún si se siente orgulloso de ella. Cuando hablamos de procesos nos referimos a las técnicas o los medios para obtener los productos, para los cuales, ciertamente, no existe exigencia para declararlos pero que debiera ser una buena costumbre hacerlo. ¿Por qué? preguntará usted, sencillamente porque también se observa diferencia en la calidad de los procesos.




Pensemos algunos ejemplos sencillos. Traigamos a mente algunos aceites, uno de pepita de algodón, o el de semillas de girasol o el de maíz y, otro de oliva; hasta ahí habremos observado sólo los insumos y nos sentiremos felices pues se trata -qué mejor- de “productos naturales”; ahora, seamos más perspicaces y recordemos sus procesos de producción. En el primer caso, para este ejemplo, los de algodón, girasol y maíz son los aceites comerciales, cuyo proceso de producción somete a las semillas a altas temperaturas y solventes para extraer el máximo de aceite y, tras separar los solventes del aceite, sigue una fase de refinado para dejarlo “apto” para el mercado. Los estudios serios indican que estos aceites contienen altas cantidades de grasas trans, pues, someter el aceite de estas semillas vegetales a temperaturas mayores a los 1500 C propicia la desnaturalización de sus grasas, cuya consecuencia son serios transtornos a la salud. Nada de ello ocurre con el aceite de oliva extra virgen proveniente del proceso de prensa en frío. Entonces ¿será importante conocer los procesos de producción?




Otro ejemplo muchísimo más reciente es el de la leche con melamina, preparada por uno de los grandes grupos lácteos chino. Su orgullo era declarar el alto % de proteínas de su producto, elevado precisamente por la melamina, una sustancia en polvo que en realidad se usa para la fabricación de plásticos y cemento. De no ser por que tal práctica ocasionó la muerte de —al menos— 6 criaturas, posiblemente nunca se hubiera conocido sus métodos de producción que incluían a la melamina. Quizá se hubiera argumentado que las dolencias de las criaturas se debían a otras causas y no a esa “leche”.




El tercer ejemplo, es el que motiva nuestra existencia como movimiento agroecológico. Traiga a memoria algunas hortalizas, imagine que unas provienen de la zona de San Agustín, Callao y otras de la zona de Pachacámac. Las primeras son regadas con las aguas residuales provenientes del río Rímac que se contamina con un colector de aguas servidas[1]. Las segundas provienen de campos agroecológicos que vigilan la calidad de agua a ser utilizada para el riego. ¿Vale la pena conocer el proceso de producción? ¿Observar la calidad en los procesos?




Retomando el caso de la leche procesada con melamina, acabamos de conocer que las autoridades chinas han condenado a muerte a dos de los responsables de este fraude; mencionarlo en este artículo no implica que aboguemos por una sanción similar para los que día a día atentan contra nuestra salud ofreciendo como alimento aquéllo que nos sentencia a una muerte lenta. Más bien nos preguntamos ¿quién nos ampara frente a los aditivos que ocasionan trastornos a la salud? ¿quién sanciona el uso de agroquímicos tóxicos en el proceso de producción de cultivos? ¿quién vela por nuestros derechos ciudadanos? Los funcionarios y las autoridades suelen desentenderse.




Las madres, los padres y los médicos debieran ser los primeros en exigir que se apruebe de una vez la Ley del etiquetado de transgénicos, que hace meses se encuentra en el legislativo, y que, testimonios fidedignos nos refieren de las "muchas presiones" para frenar esta norma.

3. La desinformación al consumidor


Insistimos que, cuanta mayor información se brinde al consumidor mejor será la calidad de la elección que haga al momento de comprar. Ya se conoce de compañías que indican el uso de papas peruanas, como las papas andinas y nativas, lo que resulta loable.




Una de las recientes campañas de ASPEC destaca lo poco saludables que son la mayoría de cereales que se venden en nuestro mercado, ya sea por su contenido excesivo de azúcar refinada, como por su alto contenido de sodio y hasta por los colorantes utilizados. La otra denuncia de ASPEC está referida a los panes que se venden bajo la denominación de “integrales”, que en realidad se trata de harinas refinadas mezcladas con afrecho y colorantes para asemejarlos a los verdaderos panes integrales que son más oscuros. Nuevamente... ¿declarar o no declarar? ¿qué declarar, qué ocultar?




Nuestra propuesta es elevar la calidad de la participación ciudadana, involucrarlo en las decisiones, hacerla consciente que tiene capacidades y que es su derecho ejercerlas. Nosotros no aprobamos que otros piensen o decidan, escudándose en “grados académicos” o “títulos de doctor” como hacen los amigos de Monsanto. Los seres humanos tenemos capacidad pensante y debemos hacer uso de ella. Por tanto, desterremos esa imagen de masa manipulable, última rueda del coche para los gobiernos y las autoridades. Las y los consumidores podemos ser un grupo organizado que hace valer sus derechos.


Cada vez es más evidente el corazón del debate. ¿Cuál es la información que debe brindarse? ¿toda información de interés del consumidor? o ¿sólo aquélla convenida que le hace vender más a la empresa? Los que permiten esta última práctica ¿a quiénes defienden? ¿a las/los consumidores o a las empresas, sobre todo los grandes monopolios que producen transgénicos? ¿a quién debe defender el “avance de la ciencia y del conocimiento? ¿a la colectividad humana o unos pocos intereses particulares?


He aquí la diferencia de enfoques, totalmente contrapuestos, con los amigos de los transgénicos de Monsanto.






4. El trabajo sucio de los protransgénicos


Volviendo a los argumentos de los amigos de Monsanto, éste asegura que se han realizado exhaustivos y cuidadosos estudios para verificar el potencial efecto alergénico o tóxico de los derivados de transgénicos y asegura que no existen diferencias químicas o bromatológicas entre aquéllos y los alimentos convencionales. Es más, asegura que los estudios que demuestran lo contrario han sido desestimados porque presentan deficiencias en su diseño experimental. Es decir, ciencia contra ciencia, y en medio quedamos los legos. ¿Quién tiene la razón? ¿Por qué el antagonismo sobre el mismo tema? En estos casos es bueno recurrir a la historia para aclarar las dudas.




En los años 50 varios Ph D "demostraron" que el tabaco no provocaba daño y, por el contrario, era saludable. Por esos años, igualmente, fueron varios científicos honestos los que pusieron al descubierto este timo con respaldo científico. Fue así que se logró que los tribunales condenaran a las compañías tabacaleras al pago de 700 mil millones de dólares. El tabaco ha sido y es, causa de muerte de decenas de millones de personas; los responsables no han sido sino las compañías que compraron a los científicos para maquillar argumentos y a los medios de difusión para difundir falsos estudios, y con ellos, igualmente son responsables lo que vendieron su conciencia por unos dólares más (para detalles ver nuestro artículo "Tabaco y transgénicos con T de trampa).




¿No le parece que estamos bajo el mismo caso ético de hace 50 años? Es decir, por un lado, los grandes intereses económicos mezquinos y su grupo de científicos y medios de difusión que se prestan para decir lo que conviene y, del otro lado, el bienestar y la salud de la población.




Un argumento recurrente y casi caballito de batalla de los proOGM es dar a entender que los transgénicos son inocuos porque " han sido exhaustiva y cuidadosamente estudiados para verificar su potencial toxicidad o alergenicidad ", no más que OJO, el hecho de mencionar que se han hecho cuidadosos estudios no significa que el resultado haya sido ése. Son numerosos los científicos que afirman que la propia Monsanto ha llevado a cabo, efectivamente, esos estudios, pero los resultados no se dan a conocer y, el hecho que prefieran mantenerlos en reserva habla por sí solo.


En cuanto a los estudios “cuestionados”, sabemos igualmente que es otra práctica recurrente de las transnacionales el 'cuestionar a sus cuestionadores'. La doctora Flora Luna, en artículo reciente 'Medicamentos, vacunas y transgénicos: Recomendaciones científicas versus serios conflictos de interés (ver Compartiendo # 07 - 2009), revela "Con el desarrollo de algunos Ensayos Clínicos de medicamentos, vacunas o transgénicos, se ha llegado al extremo de manipular los resultados, de tener efectos adversos y si se comunican, inmediatamente se es amenazado con juicios y totalmente desprestigiado a nivel científico. Ejemplos sobran, sólo mencionaré dos: A. Wakfield5 quien alertó sobre el uso de vacunas multidosis a virus vivo atenuado y el riesgo de autismo6 o Arpad Pusztai7, reconocido biólogo molecular, cuyo único error fue hablar en la prensa acerca de los efectos adversos de sus ratas alimentadas con papa transgénica. Inmediatamente fue amenazado con demandas judiciales, su computadora confiscada, su teléfono intervenido y por supuesto despedido8".




Marie-Monique Robin en su documental y en su libro 'El Mundo según Monsanto' (464 páginas de recopilación de pruebas y 38 de referencias) ilustra decenas de casos de manipulación de estudios con tal que el mercadeo de semillas transgénicas se mantenga amparado; también, reseña los ataques brutales contra los científicos que se atrevieron a enfrentar a las transnacionales.






5. Los peligros del Bt (Bacillus thuringiensis)




Otra táctica de los protransgénicos es no profundizar ni mostrar aquello que no les conviene. Por ejemplo, no detallan cómo se obtiene un cultivo transgénico resistente a las plagas.


En estos momentos el 98% de todas las semillas transgénicas que se cultivan y venden en el mundo corresponden a cuatro productos: soya, maíz, colza y algodón. El 80% de ellas son resistentes y por lo cual son rociadas abundantemente con Glifosato un potente herbicita y promotor del cancer. El otro 20% contienen Bacillus thuringiensis Bt. Una parte cercana al 10% tiene ambas características, es decir son doblemente peligrosas, veamos porque.


Las variedades de maíces Bt, que deben este apellido de abolengo "Bt" a que introdujeron genes del Bacillus thuringiensis al plebeyo maíz. Ahora bien, al Bt se le conoce desde hace años, pues sus derivados se usan en el control de plagas, ya sea espolvoreando o rociando los cultivos; no más que -ojo- en todos estos casos, el Bt queda de forma externa, entremezclado en el suelo o sobre las plantas. A los insectos los conocemos desde siempre, y lo cierto es que, su instinto de sobrevivencia es tal, que siempre encontrarán manera de evadir al Bt independientemente del número de veces que se use este producto o cualquier otro plaguicida. Así que, ante semejante reto, en lugar de diseñar sistemas de producción que equilibren la población de insectos para coexistir en armonía (que es la propuesta agroecológica), a un grupo de hábiles científicos se les ocurrió la brillante idea de incorporar el insecticida al mapa genético del maíz. Ciertamente, el Bt no es una sustancia inerte como tampoco lo son el DDT o el parathión, el Bt es un bacilo al que le extraen una porción de su genética para incorporársela al maíz. Así, por donde muerda el insecto, siempre se topará con el Bt y morirá. ¿Maquiavélico, no?


Se ha encontrado que las proteínas Bt, incorporadas al 20% de todos los cultivos transgénicos del mundo, son nocivas para una gran cantidad de insectos no considerados plaga. Con ello se pone de manifiesto, nuevamente, la visión estrecha del corto plazo, no previendo lo que esa práctica pueda suponer en el futuro.


De hecho, la reseña no busca sensibilizar por los derechos de los artrópodos, pero sí alertar de lo que puede pasar por consumir un maíz Bt, en el que cada una de sus millones de células tiene incluido el mandato biológico de procesar la toxina insecticida del Bt. ¿Lo aceptaría en el plato diario de su familia? ¿en la papilla de sus criaturas? ¿en la tortilla del desayuno? Un equipo de científicos ha advertido de los peligros de la liberación de cultivos Bt para uso humano.






6. Los peligrosdel glifosato


Así como se maridan genes de Bt con maíces, que podría no generar tanta alerta ciudadana, pues finalmente "¿por qué tanto alboroto por insectos que a la larga sobrevivirán a los humanos"? tome nota de este otro adelanto científico. Además de los insectos plaga, los científicos se han propuesto barrer con las hierbas del campo, a las que igualmente consideran otra plaga y las tildan de "malahierba". De seguro habrá escuchado que algunos cultivos deben crecer sin compañía al lado para evitar la competencia y así se justifica otro producto agroquímico llamado herbicida, que sirve precisamente para lograr que un cultivo de soya, maíz o colza, crezcan exclusivamente acompañados por sus pares. El reto fue ¿cómo lograr un herbicida que sea potente, pero, que de paso no mate al cultivo? Así fue como los científicos crearon semillas transgénicas de soya capaces de resistir a los herbicidas a pesar de estar marinados en ellos (marinados porque las hierbas del campo también generan resistencia a los herbicidas, por lo que cada vez se requiere usar mayor cantidad para controlarlas). ¿Cuál es el punto? preguntará, el punto es que, el herbicida que se usa (y que lo vende Monsanto como parte del paquete tecnológico) es el glifosato, producto con tremendo prontuario criminal contra nuestra salud.


Veamos lo que el Dr. Jorge Kaczewer refiere en su artículo 'Toxicología del glifosato: riesgos para la salud humana'


"Recientes estudios toxicológicos conducidos por instituciones científicas independientes parecen indicar que el glifosato ha sido erróneamente calificado como toxicológicamente benigno", tanto a nivel sanitario como ambiental. Por ende, los herbicidas en base a Glifosato pueden ser altamente tóxicos para animales y humanos. Estudios de toxicidad revelaron efectos adversos en todas las categorías estandarizadas de pruebas toxicológicas de laboratorio en la mayoría de las dosis ensayadas: toxicidad subaguda (lesiones en glándulas salivales), toxicidad crónica (inflamación gástrica), daños genéticos (en células sanguíneas humanas), trastornos reproductivos (recuento espermático disminuido en ratas; aumento de la frecuencia de anomalías espermáticas en conejos), y carcinogénesis (aumento de la frecuencia de tumores hepáticos en ratas macho y de cáncer tiroideo en hembras). A nivel eco-tóxico-epidemiológico, la situación se ve agravada no sólo porque son pocos los laboratorios en el mundo que poseen el equipamiento y las técnicas necesarios para evaluar los impactos del glifosato sobre la salud humana y el medioambiente.




También porque los que inicialmente realizaron en EE.UU. los estudios toxicológicos requeridos oficialmente para el registro y aprobación de este herbicida, han sido procesados legalmente por el delito de prácticas fraudulentas tales como falsificación rutinaria de datos y omisión de informes sobre incontables defunciones de ratas y cobayos, falsificación de estudios mediante alteración de anotaciones de registros de laboratorio y manipulación manual de equipamiento científico para que éste brindara resultados falsos. Esto significa que la información existente respecto de la concentración residual de glifosato en alimentos y el medio ambiente no sólo podría ser poco confiable, sino que además es sumamente escasa."


Párrafos más adelante continúa con otra descripción "Todo producto pesticida contiene, además del ingrediente "activo", otras sustancias cuya función es facilitar su manejo o aumentar su eficacia. En general, estos ingredientes, engañosamente denominados "inertes", no son especificados en las etiquetas del producto. En el caso de los herbicidas con glifosato, se han identificado muchos ingredientes "inertes". Para ayudar al glifosato a penetrar los tejidos de la planta, la mayoría de sus fórmulas comerciales incluye una sustancia química surfactante. Por lo tanto, las características toxicológicas de los productos de mercado son diferentes a las del glifosato solo. La formulación herbicida más utilizada (Round-up) contiene el surfactante polioxietileno-amina (POEA), ácidos orgánicos de Glifosato relacionados, isopropilamina y agua.


La siguiente lista de ingredientes inertes identificados en diferentes fórmulas comerciales en base a glifosato se acompaña con una descripción clásica de sus síntomas de toxicidad aguda. Los efectos de cada sustancia corresponden, en algunos casos, a síntomas constatados en el laboratorio mediante pruebas toxicológicas a altas dosis. La mayoría de síntomas se compiló a partir de informes elaborados por los fabricantes de las diferentes fórmulas.






  • Sulfato de amonio: Irritación ocular, náusea, diarrea, reacciones alérgicas respiratorias. Daño ocular irreversible en exposición prolongada.


  • Benzisotiazolona: eccema, irritación dérmica, fotorreacción alérgica en individuos sensibles.


  • 3-yodo-2-propinilbutilcarbamato: Irritación ocular severa, mayor frecuencia de aborto, alergia cutánea.


  • Isobutano: náusea, depresión del sistema nervioso, disnea.


  • Metil pirrolidinona: Irritación ocular severa. Aborto y bajo peso al nacer en animales de laboratorio.


  • Ácido pelargónico: Irritación ocular y dérmica severas, irritación del tracto respiratorio.


  • Polioxietileno-amina (POEA): Ulceración ocular, lesiones cutáneas (eritema, inflamación, exudación, ulceración), náusea, diarrea.


  • Hidróxido de potasio: Lesiones oculares irreversibles, ulceraciones cutáneas profundas, ulceraciones severas del tracto digestivo, irritación severa del tracto respiratorio.



  • Sulfito sódico: Irritación ocular y dérmica severas concomitantes con vómitos y diarrea, alergia cutánea, reacciones alérgicas severas.



  • Ácido sórbico: Irritación cutánea, náusea, vómito, neumonitisquímica, angina, reacciones alérgicas.



  • Isopropilamina: Sustancia extremadamente cáustica de membranas mucosas y tejidos de tracto respiratorio superior. Lagrimeo, coriza, laringitis, cefalea, náusea"



"La Agencia de Protección Medioambiental (EPA) ya reclasificó los plaguicidas que contienen glifosato como clase II, altamente tóxicos, por ser irritantes de los ojos. La Organización Mundial de la Salud, sin embargo, describe efectos más serios; en varios estudios con conejos, los calificó como "fuertemente" o "extremadamente" irritantes.


"En humanos, los síntomas de envenenamiento incluyen irritaciones dérmicas y oculares, náuseas y mareos, edema pulmonar, descenso de la presión sanguínea, reacciones alérgicas, dolor abdominal, pérdida masiva de líquido gastrointestinal, vómito, pérdida de conciencia, destrucción de glóbulos rojos, electrocardiogramas anormales y daño o falla renal."


Reiteramos, el 80% de los cultivos transgénicos estan llenos del glifosato cancerígeno. Y entérece de algo más... existe un maíz Bt resistente a herbicidas. En consecuencia, no sólo se tiene a maíces con todas sus células conteniendo Bt, más aún, maíces Bt que crecieron empapados de glifosato.



Si desea más referencias, revise en Compartiendo # 5-2009, el artículo 'Glifosato: El veneno que asoló el barrio de Ituzaingó', escrito por Darío Aranda.


En otro artículo compilado en Compartiendo # 52-2008, titulado 'España cultiva transgénicos peligrosos para la salud' se informa lo siguiente:



"En España se han cultivado solo en este año 98 campos experimentales con un maíz transgénico cuyos daños sobre la salud han sido recientemente demostrados. 93 municipios de todo el país han albergado ensayos al aire libre con este transgénico, lo que plantea graves riesgos de contaminación.


En España este maíz (conocido como NK603 x MON810) ha sido cultivado de forma experimental al aire libre desde 2004 por parte de las empresas Monsanto, Pioneer y Limagrain Ibérica, en más de cien campos experimentales de Cataluña, Extremadura, Madrid, Galicia, Navarra, Castilla y León, Castilla La Mancha, Aragón y Andalucía. Un total acumulado de casi medio millón de metros cuadrados cultivados con este transgénico durante los últimos años, con el riesgo que plantea de contaminación de otros campos de maíz [1].



El Ministerio de Medio Ambiente dio luz verde a estos ensayos alegando que: "Se considera que en el estado actual de conocimientos y con las medidas de uso propuestas, los ensayos no suponen un riesgo significativo para la salud humana y/o el medio ambiente."[2]


"El pasado 11 de noviembre se presentaba en un seminario científico en Viena un estudio encargado por los Ministerios de Sanidad y de Agricultura de Austria sobre los efectos de los transgénicos en la salud. Esta investigación, una de las pocas realizadas sobre impactos a largo plazo del consumo de transgénicos, concluyó que la fertilidad de ratones alimentados con el maíz modificado genéticamente NK603 x MON810 se vio seriamente dañada [3]. Este maíz está aprobado para su importación en la Unión Europea para uso en alimentación humana y animal.



Ahora que se ha demostrado que este maíz supone un riesgo para la salud, todo el proceso de aprobación queda en entredicho. No nos podemos sentir seguros con los transgénicos que hay en el mercado. No podemos seguir tolerando que las multinacionales experimenten con nuestra salud con el visto bueno del Gobierno y de las autoridades europeas" añadió Sánchez."


Los estudios subsidiados por las compañías que venden transgénicos dan a entender que son inocuos y, además, cuestionan las decenas de estudios independientes demuestran lo contrario. ¿Qué está pasando con la ciencia y con los científicos, se ha prostituido para defender los intereses de las transnacionales?



7. Los intereses económicos de los amigos de Monsanto


Algo se puede deducir a partir del artículo 'Los que se quieren comer el mundo: corporaciones 2008' elaborado por Silvia Ribeiro y que se transcribió en Compartiendo # 03-2009. Ahí se expone que "En la década de 1960, casi la totalidad de las semillas estaban en manos de agricultores o instituciones públicas. Hoy, 82 por ciento del mercado comercial de semillas está bajo propiedad intelectual y diez empresas controlan 67 por ciento de ese rubro. Estas grandes semilleras (Monsanto, Syngenta, DuPont, Bayer, etc) son en su mayoría propiedad de fabricantes de agrotóxicos, rubro en el cual las diez mayores empresas controlan 89 por ciento del mercado global. Que a su vez están representadas entre las diez empresas más grandes en farmacéutica veterinaria, que controlan 63 por ciento de ese rubro".



"Los 10 mayores procesadores de alimentos (Nestlé, PepsiCo, Kraft Foods, CocaCola, Unilever, Tyson Foods, Cargill, Mars, ADM, Danone) controlan el 26 por ciento del mercado, y 100 cadenas de ventas directas al consumidor controlan el 40 por ciento del mercado global. Parece “poco” en comparación, pero son volúmenes de venta inmensamente mayores. En el año 2002, las ventas globales de semillas y agroquímicos fueron 29,000 millones de dólares, las de procesadores de alimentos 259,000 millones y las de cadenas de ventas al consumidor 501,000 millones. En el 2007, esos tres sectores aumentaron respectivamente a 49,000 millones; 339,000 millones y 720,000 millones de dólares. Sigue siendo el supermercado WalMart, la empresa más grande del mundo, siendo la número 26 entre las 100 economías más grandes del planeta, mucho mayor que el Producto Interno Bruto (PIB) de países enteros como Dinamarca, Portugal, Venezuela o Singapur".


Efectivamente, se trata de cifras nada modestas que han terminado por quebrar la integridad de muchos científicos.



A estas alturas de la lectura ¿Qué puede quedarnos de duda? ¿Es importante que los consumidores se informen? ¿Por qué será que los amigos de Monsanto no brindan los pormenores tras los transgénicos? ¿no resulta lógico preguntarse qué intereses se defienden al ocultarse esta información clave?




8. Los genes: jugando a dioses


Nuevamente se omite informar que los genes provienen de especies que por sí la naturaleza nunca reuniría. Muchas personas sabemos que espontáneamente jamás se juntaría genéticamente un mamífero con un pez o un ave con un molusco, por más que se encuentren en el mercado y ya los hallamos consumido. No se trata que sean "variedades o híbridos que hemos estado utilizando en el pasado" aludiendo a que no son especies extraterrestres, se trata del hecho que la naturaleza ha evolucionado generando un orden y un comportamiento. Los seres humanos aún desconocemos muchísimo del funcionamiento de la naturaleza y día a día, con cada descubrimiento somos más conscientes de cuánto nos falta por conocer. A pesar de ello, un número de científicos -jugando a dioses- combinan genes y sin estudiar a fondo las consecuencias, liberan sus productos, indolentes a los resultados de esta acción.La mayor indolencia quizá (¿o descaro) es apropiarse de esas "variedades o híbridos que hemos estado utilizando en el pasado", que por años desarrollaron las comunidades para patentarlas, y con ello, cobrar a los agricultores por su uso. Es decir, cualquiera que las utilice debe pagarles por ese "esfuerzo de investigación".



Lo que no deja de asombrarnos es el artificioso sistema que han creado, con sus propias lógicas y reglas, asegurando que estamos ante lo mismo del pasado e incluso respaldándose bajo el concepto de "equivalencia sustancial" y simultáneamente patentando y cobrando por productos como si fueran reales invenciones.




9. La "equivalencia sustancial", la FDA y los transgénicos


La FDA (Food and Drug Administration, Administración de Alimentos y Fármacos, por sus siglas en inglés) es la agencia gubernamental de los Estados Unidos responsable, entre otros asuntos, de la regulación de los transgénicos. Ojo aquí, la FDA es una entidad estatal, y aún así, le pide a la propia Monsanto que elabore los estudios de sus hijos -los transgénicos-. Es decir Monsanto es juez y parte.



Lo grave de los estudios realizados por las compañías de semillas transgénicas, es que se realizan por periodos cortos, y lo que dan a conocer son los resultados de estos "estudios" de sólo semanas o meses. No han realizado estudios de largo alcance. En lugares donde no hay etiquetado (como en Estados Unidos) no hay forma de saber el daño que causen los trangénicos.


Sin embargo, el reporte de incremento de las alergias se ha disparado desde que se consume transgénicos.Marie-Monique Robin demuestra en su libro 'El mundo según Monsanto' que el principio de la equivalencia sustancial (ver páginas 223 a 226) es en realidad "... una de las mayores maquinaciones de la historia agroindustrial...", "... simplemente una manera de que Monsanto metiera rápidamente sus productos en el mercado con la menor interferencia gubernamental posible..". Marie-Monique Robin en el mismo libro (p. 224) incluye la opinión de Michael Hansen, el experto de la Unión de Consumidores, quien insiste "El principio de equivalencia sustancial es una coartada que no se basa en ningún fundamento científico y que fue creada ex nihilo para evitar que los OGM sean considerados al menos como aditivos alimentarios, lo que permite a las empresas de biotecnología librarse de pruebas toxicológicas previstas por la Food Grug and Cosmetic ACT, pero también del etiquetado de sus productos".



Continúa Robin diciendo "Hemos llegado al centro del debate que opone a partidarios y adversarios de los OGM. En efecto, aunque no se había llevado a cabo ningún estudio científico para verificarlos, la FDA decidió a priori que los transgénicos no entraban en la categoría de aditivos alimentarios y que, por consiguiente, se podían comercializar los OGM sin una evaluación toxicológica previa.


"Concluye Robin "Actualmente, cuando se quiere añadir a un alimento una gota microscópica de un conservante o de un producto químico, se considera un "aditivo alimentario" y, por consiguiente, se debe hacer todo tipo de pruebas para demostrar que hay una "certidumbre razonable de que no es perjudicial". En cambio, cuando se manipula genéticamente una planta, lo que puede engendrar innumerables diferencias en el alimento, !no se pide nada!"



Uno de los tantos ejemplos que verifican la liviandad con que se maneja el asunto es el caso del L-triptofano, cuya versión transgénica provocó el síndrome eosinofilia-mialgia (EMS) que ocasionaba edemas, tos, erupciones cutáneas, dificultades respiratorias, endurecimiento de la piel, úlceras en la boca, náuseas, problemas visuales y de memoria, pérdida del cabello y parálisis. El L-triptofano transgénico mató a 37 personas y más de 5000 quedaron incapacitados en 1989. Ninguno de los amigos de Monsanto aluden a este caso tan lamentable y tan claro del peligro de los transgénicos.


Otro caso muy sonado es el del uso de la hormona de crecimiento bovina recombinante rBGH (vendida como Posilac por Monsanto), que si bien las personas no la consumen directamente, provoca tales desórdenes en la fisiología de las vacas lecheras que -además de provocarles dolorosas enfermedades- transfieren a la leche una sustancia identificada como IGF-1 (factor de crecimiento insulínico tipo 1), que los estudios demuestran en qué medida, los niveles anormalmente altos de esta segunda hormona se asocian con el surgimiento de cáncer de seno, próstata y colon (visitar http://www.organicconsumers.org/rbgh/0724_monsanto_rbgh.cfm en inglés).



La información como medio de identificación y rastreo es totalmente necesaria. El mecanismo es la declaración de los insumos y procedimientos en las etiquetas de los alimentos que contienen derivados trangénicos. Así podremos estar respaldados y si en algunos años se verifican los daños podremos responsabilizar a las compañías correspondientes de ello.


De otro lado, recurrir al argumento de "... etiquetado basada en el derecho de conocer del consumidor... es contraproducente y traería perjuicios al consumidor por la elevación de los costos de los alimentos" es francamente ingenuo pero también insultante. ¿Cuándo se ha dejado de declarar especificidades de un producto porque resulta más caro? Y si resultara más caro, sencillamente sería preferible no recurrir a esa tecnología y elegir la producción ecológica, que lejos de arriesgar el equilibrio del planeta o la salud de las personas, orgullosa y transparentemente puede explicar todo su proceso de producción. Si de declarar el uso de derivados o insumos transgénicos se trata, ésta medida se aplica en países como Brasil, México, Francia, por mencionar algunos, y en ningún caso se han elevado los precios. Se da por descontado que los más beneficiados son los consumidores que, informados, pueden elegir.



10. El principio de precaución


Las pruebas en laboratorio que realizaron los científicos Arpad Pusztai, Michael Hansen y otros tantos, demuestran que seres vivos alimentados con transgénicos sí presentan anomalías y enfermedades. Esta realidad ¿no tiene sustento lógico o experimental? A pesar de ello, se han liberado cultivos transgénicos y casi toda la industria alimentaria (a excepción de la que sigue normas de producción ecológica) está entregada a los insumos y derivados transgénicos.



Aún con todo, precisamente, cómo rastrear si la industria se niega a declarar apoyada en los amigos de Monsanto ¿no es notoria la colusión entre la industria y ciertos científicos?


La OMS en 2002 precisó que el número de personas en el mundo que murió de cáncer fue alrededor de 7.6 millones, cifra superior a los 5.6 millones que murieron por VIH/SIDA, malaria o tuberculosis. Según la OMS, el cáncer aumentó en 19% en todo el mundo entre 1990 y 2000. Este sólo dato ¿no merecería atención profundizando en las causas de ello?



El Dr. David Suzuki, genetista, profesional ampliamente galardonado, ambientalista y premiado por sus 30 años como difusor de temas científicos en forma sencilla y amena, opina "Con la experiencia del DDT, la energía nuclear y los CFCs, aprendimos que sólo pudimos descubrir los costos de estas tecnologías luego de que su uso se extendió. Deberíamos de aplicar el principio de precaución con cualquier nueva tecnología, averiguando si es necesaria y luego exigiendo pruebas de que no es dañina. Y nada más importante que la biotecnología porque está usando los sellos de la vida misma. Desde que los alimentos GM están presentes en nuestra dieta, nos hemos convertido en sujetos de experimento sin posibilidad de elección (los europeos dicen que si queremos conocer si los OGM son peligrosos, sólo deberíamos estudiar a los norteamericamos). Hubiera preferido mucha más experimentación con OGM en condiciones controladas en un laboratorio antes de su liberación a campo abierto, pero es tarde. De las experiencias dolorosas hemos aprendido que, cualquiera que participe de un experimento debería de brindar información consentida. Ello significa que, al menos, los alimentos deberían ser etiquetados si contuvieran (insumos o derivados) transgénicos, así cada quien puede hacer su elección." (Experimenting With Life, http://www.davidsuzuki.com/)




11. Las leyes nos deben defender


Efectivamente, se requieren instrumentos legales que normen y regulen el uso de los OGM y, a la par, se requieren fijar medidas de compensación y responsabilidad por daños. La historia nos refiere hechos como los daños por el uso de los agroquímicos desde su popularización con la revolución verde; a su vez, miles de casos de cáncer por el uso de tabaco; y más recientemente, tantos otros casos de muerte, incapacidad o enfermedad por consumo de L-Triptofán o leche con rBGH, a lo que se suma considerables pérdidas económicas, sociales y ambientales. Como ciudadanos que propugnamos mayor participación social ¿seguiremos permitiendo impunidad? Ante los antecedentes ¿no debiéramos precaver?



En el artículo "Corrupción transgénica al descubierto" de Silvia Ribeiro (publicado en "Compartiendo" # 4 - 2009) se transcribe lo siguiente "Después de siete años del artículo de Ignacio Chapela y David Quist en la revista Nature, mostrando que existía contaminación transgénica en el maíz campesino de Oaxaca, un nuevo artículo científico comprueba que no sólo existía contaminación en ese momento –pese a que los mencionados autores fueron objeto de una de las más vergonzosas cazas de brujas de la historia del establishment científico– sino que años después, aún seguía existiendo y representa un riesgo actual y futuro contra el maíz, uno de los más importantes patrimonios genéticos y alimentarios de México. Titulado 'Presencia de transgenes en maíz mexicano: evidencia molecular y consideraciones metodológicas para la detección de organismos genéticamente modificados', este artículo se publicó en noviembre 2008 en la revista científica Molecular Ecology y es responsabilidad de un equipo liderado por Elena Alvarez-Buylla de la UNAM.


Más allá de una controversia científica, el artículo es sumamente relevante porque, aunque no haya sido su objetivo, pone de manifiesto el contubernio existente entre la industria biotecnológica, científicos y funcionarios gubernamentales, así como las fallas de las empresas de detección de transgénicos, muy útiles a las trasnacionales."



En el año 2007 se han reportado a nivel mundial 39 nuevos incidentes de contaminación por cultivos transgénicos en 23 países. Mucha de la contaminación reportada involucra cultivos como arroz, maíz, pero también incluye soya, algodón, canola, papaya y peces. En los últimos 10 años el registro de estos casos ha reportado un total de 216 eventos de contaminación en 57 países. En 2007 los incidentes de contaminación y liberación ilegal de cultivos transgénicos involucra al algodón (1), peces (4), maíz (9), canola (2), papaya (1), arroz (20) y soya (2) (GeneWatch UK y Greenpeace Internacional, 2007).


Para el caso de Perú, en el año 2007 se identificó la presencia de dos eventos transgénicos en cultivos de maíz amarillo duro en el valle de Barranca, ubicado al norte de Lima, Perú (Gutiérrez, 2007), lo cual pone nuevamente en discusión el tema de los riesgos e impactos que genera la introducción de cultivos genéticamente modificados en centros de diversidad biológica, como el Perú, que en la actualidad tiene 55 razas adaptadas de maíz a diversos pisos ecológicos (Perry et al. 2006 en Lapeña, 2007).



12. Conclusión: Dos posiciones antagónicas


La discusión enfrenta claramente a dos posiciones, los que defienden a las grandes transnacionales de semillas transgénicas y los que queremos defender los derechos y la salud de la población y del ambiente.



Los transgénicos no ofrecen seguridad en el cultivo ni mucho menos en el consumo; tampoco resultan ser la salida al hambre del mundo porque no presentan mayor productividad; para colmo, se demuestra que sólo beneficia a unos pocos. Los agricultores que ingenuamente entran a ese cultivo se vuelven esclavos de las compañías y los resultados suelen ser contraproducentes. Caso conocido es el de India, en donde fueron muchos los agricultores que creyeron la historia de las semillas transgénicas como solución al hambre del mundo; la dependencia a los insumos (semillas y agrotóxicos) no fue al ritmo de las ganancias y terminaron arruinados. Se calcula que 200 mil jefes de familias campesinas se han suicidado a causa de las deudas y por el sentimiento de no poder retomar sus cultivos tradicionales.


Nuestro cuestionamiento no es cerrado ni "anti", ni fundamentalista. Ofrecemos salidas tecnológicamente apropiadas, social y ambientalmente respetuosas y económicamente factibles. La agricultura ecológica le está probando al mundo que es el enfoque de producción que hace posible la obtención de alimentos sanos, sabrosos, más nutritivos y sobre todo, seguros.



En el artículo Agricultura ecológica produce más y mejor de Lim Li Ching (ver Compartiendo # 12 - 2009) se dice: Aunque pocos cuestionan que la agricultura ecológica sea mejor para el ambiente y la gente, hay temor a su presunta insuficiencia productiva.


Recientes estudios muestran que los rendimientos de la agricultura ecológica son en general comparables a los de la convencional en países desarrollados y significativamente más altos en regiones en desarrollo, en especial donde las inversiones son bajas, como África.



Un estudio mundial con datos de 293 ejemplos (Catherine Badgley, 2007) halló que la diferencia de rendimientos de la agricultura orgánica (que no utiliza productos agroquímicos) con la no orgánica era de poco menos de 1,0 en el mundo desarrollado pero de más de 1,0 en los países en desarrollo.


En promedio, sistemas orgánicos en naciones ricas llegan a 92 por ciento del rendimiento de los convencionales, mientras en países en desarrollo, agricultores orgánicos producen 80 por ciento más que los tradicionales.



Los investigadores estimaron que hipotéticamente los métodos orgánicos podrían producir suficientes alimentos, sobre una base global por persona, para mantener a la población mundial y quizás a una mayor, sin agregar más tierras a la producción.


Por todo lo expuesto, las y los consumidores necesitamos estar realmente informados sobre los riesgos de los transgénicos, tanto a nuestra salud y a la del ambiente, como a los agricultores que las producen, y debemos seguir prefiriendo los alimentos ecológicos.



________________________________




* Directora ejecutiva de Red de Agricultura Ecológica (Perú)




** Presidente del Centro IDEAS (Perú)




Referencias




1. Lennart Hardell, M.D., PhD. Department of Oncology, Orebro Medical Centre, Orebro, Sweden and Miikael Eriksson, M.D., PhD, Department of Oncology, University Hospital, Lund, Sweden, 'A Case-Control Study of Non-Hodgkin Lymphoma and Exposure to Pesticides', Cancer, March 15, 1999/ >Volume 85/ Number 6.


2. Hardell L, Sandström A. Case-control study: soft-tissue sarcomas and exposure to phenoxyacetic acids or chlorophenols. Br J Cancer 1979;39(6):711-7.


3. Eriksson M, Hardell L, Berg NO, Möller T, Axelson O. Soft-tissue sarcomas and exposure to chemical substances: a case-referent study. Br J Ind Med 1981;38(1):27-33.



4. Hardell L, Eriksson M. The association between soft tissue sarcomas and exposure to phenoxyacetic acids: a new case-referent study. Cancer 1988;62(3):652-6.


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8. E X T O X N E T, Extension Toxicology Network, Pesticide Information Profiles Glyphosate, Cooperative Extension offices of Cornell University, Oregon State University, the University of Idaho, and the University of California at Davisand the Institute for Environmental Toxicology, Michigan State University. Revised June 1996.



9. EXTOXNET TIBs - CUTANEOUS TOXICITY TOXIC EFFECTS ON SKIN. htm


10. Roundup Herbicide Safety Debated in Denmark.htm



10.Cortina, Germán D. Evaluación del impacto mutagénico del glifosato en cultivos de linfocitos. Fundación Esawá. Florencia, Caquetá. 13 p.


11.Cox, Caroline. Glyphosate, Part 1: Toxicology. En: Journal of Pesticides Reform, Volume 15, Number 3, Fall 1995. Northwest Coalition for Alternatives to Pesticides, Eugene, OR. USA. 13 p.



12.Cox, Caroline. Glyphosate, Part 2: Human exposure and ecological effects. En: Journal of Pesticides Reform, Volume 15, Number 4, Winter 1995. Northwest Coalition for Alternatives to Pesticides, Eugene, OR. USA. 14 p.p


13.Cox, Caroline. Glyphosate (Roundup). Herbicide Factsheet. En: Journal of Pesticides Reform / Fall 1998. Vol 18, N° 3 Updated 11/98. Northwest Coalition for Alternatives to Pesticides, Eugene, OR. USA.



14.Dinham, Barbara. Resistance to glyphosate. En: Pesticides News 41: 5, September 1998. The Pesticides Trust.


15. PAN-Europe. London, UK.



16.Dinham, Barbara. "Life sciences" take over. En: Pesticides News 44: 7, June 1999. The Pesticides Trust. PAN- Europe. London, UK..


17. Meister, Richard. 1995 Farm Chemicals Handbook. Meister Publishing Company. Willoughby, USA. 922 p.18. EPA. Technical Fact Sheets on: Glyphosate. National Primary Drinking Water Regulations.



19. U.S. Department of Agriculture, Forest Service by Information Ventures, Inc. Glyphosate, Pesticide Fact Sheets. November 1995.


20. Guidelines for drinking-water quality, 2nd ed. Addendum to Vol. 2. Health criteria and other supporting information. Geneva, World Health Organization, 1998. pp. 219-227.



21. Pesticide Impacts on Human Health. Report of a Panel on the Relationship between Public Exposure to Pesticides and Cancer. Len Ritter for the Ad Hoc Panel on Pesticides and Cancer. Canadian Network of Toxicology Centres, Guelph, Ontario, Canada. Cancer 80:1887-8, 1997.


22. Commentary on "Pesticide on Food 'Almost No' Cancer Danger" Charles Benbrook November 15, 1997.



23. Petition for determination of nonregulated status of soybeans with a Roundup Ready gene. Agricultural Group of Monsanto to APHIS, USDA, 1993.


24. Active Ingredient Fact Sheet: Glyphosate. Pesticide News 33 pp 28-29, September 1996.



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27. Political Perspective on the Use of Pesticides. December 1, 1997, Fort Bragg City Council Meeting, By Dr. Marc Lappé.


28. CORRALLING ROUNDUP® by Marc Lappé, Ph.D (July 24, 1996). http://www.cetos.org/



29. Chemical Profile for GLYPHOSATE (CAS Number: 1071-83-6). www.scorecard.org Environmental Defense, 2002


30. Benbrook CM. What we know, don't know and need to know about pesticide residues in food: In: Tweedy BG, Dishburger HJ, Ballantine LG, McCarthy J, editors. Pesticide residues and food safety: a harvest of viewpoints.Washington DC: American Chemical Society, 1991.



31. Glyphosate Pathway Map, Robyn Wiersema, Michael A. Burns and Doug Hershberger, July 05, 2000 University of Minnesota. www.labmed.umn.edu/umbbd/gly/gly_map.html


32. ISIS Report, 1 August 2002, Acrylamide In Cooked Foods: The Glyphosate Connection, Prof. Joe Cummins, http://www.i-sis.org.uk/acrylamide.php



33. Weiss G. Acrylamide in food: Uncharted territory. Science 2002, 297,27.


34. Smith E, Prues S and Ochme F. Environmental degradation of polyacrylamides: Effect of artificial environmental conditions. Ecotoxicology and Environmental Safety 1996,



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36. Fischer K, Kotalik J and Kettrup A. Determination of acrylamide monomer in polyacrylamide degradation studies by high performance liquid chromatography. Journal of Chromatographic Science 1999,



37,486-94.37. Robin Marie-Monique, El Mundo según Monsanto. De la dioxina a los OGM. Una multinacional que les desea lo mejor. Noviembre 2008.


38. Silvia Wú Guin y Fernando Alvarado de la Fuente. Tabaco y transgénicos (con "T" de trampa). 20 julio 2008.



39. Silvia Wú Guin y Fernando Alvarado de la Fuente. Transgénicos, cáncer y otros males.Revolución verde, agroquímicos, biotecnología moderna, transgénicos..., una misma filiación que nos lleva a la decadencia. 10 agosto 2008


40. Fernando Alvarado de la Fuente. ¿Invertir en ecológicos o invertir en transgénicos? 20 agosto 200841. Silvia Wú Guin y Fernando Alvarado de la Fuente. La "ética" de los pro-transgénicos: una nueva rama de la filosofía (cinco estudios de caso). 29 agosto 200842. Silvia Wú Guin y Fernando Alvarado de la Fuente. Monsanto y sus transgénicos en el Perú. Si existiera impedimento...hable ahora o calle para siempre. 1 setiembre 2008

lunes, 23 de marzo de 2009

El colapso alimentario del planeta

Un Sistema Insostenible

"Vivimos en un planeta en el que conviven 1.000 millones de hambrientos, otros 1.000 millones de obesos y 4.500 millones que si engordan, pueden convertirse en un grave problema".
Luis de Esteban es catedrático de Economía en la Universidad Ramón Llull de ESADE, pero su visión sobre la sostenibilidad alimentaria de la Tierra va más allá de los números.


Tanto su análisis, recogido en su libro 'Un planeta de gordos y hambrientos' (Ariel), como el del periodista de investigación norteamericano Paul Roberts ('El hambre que viene', de Ediciones B), llegan a la misma conclusión: el sistema de industrialización de la agricultura actual está llevando al planeta al borde del colapso alimentario y, si no cambiamos los procesos de producción y el régimen cárnico de nuestra especie, el futuro se presenta muy negro para la humanidad.

Roberts lo resume en pocas palabras: "El sistema produce suficiente alimento en el primer mundo, pero no en los países pobres. África, por ejemplo, ya se sufre el colapso y con el cambio climático, la situación irá a peor".
"El problema", continúa, "es que, además, la agricultura intensiva está degradando el suelo en todo el mundo. El suelo tiene hasta 20 micronutrientes, y entre un 3% y un 6% de materia orgánica, pero se está perdiendo por los fertilizantes químicos, por no dejar descansar la tierra para sacar más producción y por la falta de rotación de los cultivos. No basta con confiar en que la tecnología resolverá el problema con nuevas semillas transgénicas si no hay agua ni suelo disponible".

Salidas científicas
Para Roberts, ya no se puede confiar en nuevas salidas científicas: "Los transgénicos están diseñados para los países ricos, para grandes fincas, y son muy caros. Con la 'Revolución Verde' ya se vio que aumentó la producción en India o China y no se acabó con el hambre. Además, están los problemas medioambientales de contaminación", añade.

Magui Balbuena, una guaraní representante de la asociación paraguaya Conamuri.
De Esteban, por su parte, denuncia un mundo en el que "quien posea las semillas del futuro tendrá en su poder las plantas y todos los frutos, y el proceso de su elaboración como alimento" y recuerda que hace 60 años había en Estados Unidos más de seis millones de granjeros y ahora quedan dos millones.

"La concentración de la alimentación mundial en 200 empresas convierte la comida en un negocio. Nos hacen más gordos, porque hay mucha comida barata y con nuevos aditivos, como la fructosa de maíz o las grasas 'trans' y crean nuevos productos, los 'snacks' o tentempiés", añade.

Se trata de un mundo en el que "las máquinas no se diseñan para recoger las cosechas, sino que las plantas son diseñadas para ser recogidas por las máquinas". Un planeta en el que se crían pollos en 40 días (en lugar de 10 semanas), y se fabrican con de pechugas de medio kilo, aunque luego se las atiborren de antibióticos para que no cojan infecciones, como ha constatado Roberts.

Un sistema, en definitiva, que según acusan ambos investigadores, debido al ansia de conseguir más por menos, ha expulsado a los pequeños agricultores, la mayoría del mundo pobre, que han pasado de producir a pasar hambre.

Magui Balbuena, una indígena guaraní paraguaya, es una de las víctimas de este colapso. Balbuena, de CONAMURI (una coordinadora de mujeres que lucha por su soberanía alimentaria), hace tiempo que ve cómo las tierras de su país pasan a manos de los sojeros brasileños (cultivadores de soja transgénica resistente a un herbicida), que les contaminan las aguas y las vidas. La adicción a los agroquímicos es imparable, pues su uso genera resistencias en las malas hierbas que exigen más producto.

"Silvino Talavera era un niño de 11 años que murió envenenado, tras fumigarle un sojero desde una avioneta. Además, el agrotóxico va a los ríos y arroyos y la gente está dejando sus tierras. Ahora tenemos más cultivos en Paraguay, pero hemos perdido la soberanía alimentaria y nuestra comida cada vez es menos variada", denuncia Balbuena durante una visita a Madrid.

Cambio climático

Otro testimonio es el de Catering N. Kimura, parlamentaria keniata: "En mi país hay tierras ricas, pero en pocas manos, y la gente muere de hambre. La tecnología agraria no ha llegado a los pequeños granjeros, que miran al cielo a ver si llueve, y ahora nadie puede asegurar si lo hará o no".
Al problema de la agricultura industrial, su contaminación por agrotóxicos, la destrucción del suelo, el calentamiento global o la falta de mejoras agrarias y de comercialización en los países en desarrollo, se suma la dedicación de suelo al cultivo de cereales para biocombustibles y, cómo no, el aumento de la demanda de carne, sobre todo en Asia.

"Producir un kilo de carne cuesta 20 kilos de grano. Si su consumo sigue en aumento no podremos mantener a los animales, hay que cambiar esa dieta", asegura Roberts.
El profesor Luis de Sebastián llega a la misma conclusión. "Estamos devorando el planeta", afirma, "y hay una dejación pública en educación alimentaria".

Recuerda, además, que este sistema industrial de producir comida ya ha provocado intoxicaciones y enfermedades que no se conocían. Ahí está el caso de la Salmonella, las 'vacas locas' o la amenaza de la gripe aviar. Sin olvidar la diabetes de tipo B o los problemas cardiovasculares causados por la obesidad.

¿Soluciones? "Confiar en futuras tecnologías no sirve porque hasta los cultivos resistentes a la sequía, patentados, y muy caros, necesitan algo de agua y cada vez hay menos. Tampoco la agricultura ecológica bastaría, porque su nivel de producción es bajo. La solución está en volver a una agricultura sostenible e integrada, que precise menos plaguicidas y sea más racional", argumenta Paul Roberts.

De Sebastián apuesta también por semillas mejoradas, pero desarrolladas por organismos públicos, sin patentes. Y ambos abogan por un sistema que potencie la producción local, para contar con una alimentación más sana y, a la vez, fomentar el desarrollo de los agricultores de países en desarrollo, que hoy están fuera del mercado. Y sobre todo, exigir y demandar una mejor dieta. "No se trata de comer mucho, sino sano" es su conclusión general.


Rosa M. Tristán Madrid


Fuente: periódico El Mundo, España

viernes, 20 de marzo de 2009

Proteger las semillas criollas creando zonas libres de transgénicos (Uruguay)

Los organismos manipulados genéticamente, llamados “transgénicos”, son organismos creados en laboratorio, cuyas características han sido alteradas mediante la inserción de genes de otras especies. Las empresas multinacionales que han realizado estas alteraciones se han apropiado de estas semillas.

Para que un productor haga uso de las semillas transgénicas, debe de pagar un derecho por su uso a las empresas. En el caso de los dos cultivos transgénicos que se cultivan en Uruguay, las patentes son de las empresas Monsanto y Syngenta, empresas que además producen los agrotóxicos que acompañan a estos cultivos.


Situación en Uruguay

En Uruguay se cultivan transgénicos desde 1996 (soja) y 2003 (maíz). Estos cultivos se introdujeron en nuestros campos y en nuestra dieta sin que tuviese lugar un adecuado debate social sobre su conveniencia. Los impactos de estos cultivos son conocidos a nivel ambiental sobre la biodiversidad, el agua, el suelo y la salud. Sin embargo, por parte de las autoridades no ha habido una evaluación sobre los impactos que estos cultivos han causado a los agricultores al medio ambiente o sobre la salud de la gente.

Mientras los cultivos transgénicos avanzan, los cultivos convencionales van perdiendo su espacio y las semillas de maíz criollo pierden día a día la posibilidad de seguir existiendo. La “coexistencia” decretada por el gobierno en julio del 2008 ha permitido que el mercado opere libremente sin tomar en consideración a los pequeños productores que desean seguir cultivando el maíz criollo que han conservado por generaciones.

Desde la introducción del maíz transgénico, el maíz criollo está siendo amenazado de ser contaminado por polen de maíz transgénico. La contaminación que pudiera existir por cruzamiento de polen de una semilla transgénica a otra convencional es inminente. En nuestro país ya hay datos científicos de contaminación de maíz convencional producida por maíz transgénico.

Zonas libres de cultivos transgénicos

Es vital decretar zonas del país en las que se impida sembrar cultivos transgénicos. Esta medida es la única que puede permitir a los pequeños productores conservar sus semillas. La creación de zonas libres de cultivos transgénicos puede proteger los recursos fitogenéticos que posee el país.

Salvaguardar las semillas criollas y preservar la biodiversidad agrícola de la contaminación por semillas transgénicas es una urgencia, ya que nuestra seguridad y soberanía alimentaria están en juego.

En este momento lo que está en juego es el maíz criollo, pero en cuestión de tiempo otros cultivos también podrán estar en la misma situación, dado que nuevos eventos de maíces están a la espera de ser aprobados y otros cultivos como el arroz.


Treinta y Tres zona libre de cultivos transgénicos

De acuerdo a la ley aprobada el año pasado sobre Ordenamiento Territorial (ley 18.308), se otorgan potestades a las intendencias para la categorización de los suelos y su uso con un concepto de desarrollo sostenible en función de objetivos sociales, económicos, urbanísticos y ecológicos.

La intendencia del departamento de Treinta y Tres es la única del país que posee un Departamento de Agroecología y Soberanía Alimentaria enmarcada en el “Plan de Soberanía Alimentaria Territorial”. En este marco hace varios años que se cuenta con una amplia variedad de semillas criollas de maíz que los productores del departamento desean seguir conservando sin que se contamine con la transgénica.

Además, en este departamento, “La Quebrada de los Cuervos” ha sido decretada una zona nacional de protección. Esta zona, que se encuentra a poco más de 30 kilómetros de la capital del departamento de Treinta y Tres, ingresó al Sistema Nacional de Área Protegida (SNAP) bajo la categoría de paisaje protegido, otorgándole un mejor estatus para su conservación.

Si a lo anterior se agrega que, de acuerdo a los datos obtenidos por la Dirección Nacional de Medio Ambiente (DINAMA), hasta la zafra 2007 -2008 en ese departamento no ha sido introducido el maíz transgénico y que estudios científicos y experiencias de campo demuestran que los cultivos transgénicos no poseen un rendimiento más alto que los cultivos naturales, que son más contaminantes y que introducen nuevos riesgos para la salud y para el ambiente, se concluye que Treinta y Tres cuenta con condiciones óptimas para que sea declarado como zona libre de maíz transgénico.

Si así se lo decreta, este departamento podrá asegurar que el maíz criollo pueda ser efectivamente protegido en nuestro país y que se pueda así empezar a caminar hacia nuestra soberanía alimentaria. En caso contrario, el país estará atado a la compra de semillas transgénicas patentadas, en poder de grandes multinacionales extranjeras.
Y si fuese así: “Las penas serán de nosotros y las semillas serán ajenas.”

RAPAL Uruguay - Marzo 2009





domingo, 15 de marzo de 2009

Soja: Los creadores del monstruo




Adelanto exclusivo del libro de Marie-Monique Robin, la periodista francesa que investigó los crímenes de la ESMA y que ahora desnuda al gigante de los transgénicos. Una de las compañías más polémicas del mundo que acumula una infinidad de procesos penales debido a la toxicidad de sus productos.


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La “sojización” del país. Para Monsanto la crisis argentina es una oportunidad que supera sus mayores esperanzas. La soja Roundup Ready se expande como un reguero de pólvora desde La Pampa hacia el norte por las provincias del Chaco, Santiago del Estero, Salta y Formosa. Mientras que en 1971 los cultivos de oleaginosas sólo representaban 37.000 hectáreas, pasan a ser 8.300.000 en 2000, 9.800.000 en 2001, 11.600.000 en 2002, para llegar a los 16 millones de hectáreas en 2007, esto es, el 60% de las tierras cultivadas. El fenómeno es de tal envergadura que se habla de “sojización” del país, un neologismo que designa una profunda reestructuración del mundo agrícola, cuyos funestos efectos no tardarán en manifestarse.
En un primer momento, cuando la crisis abate la economía nacional, se dispara el precio de la tierra porque se ha convertido en un valor refugio que permite inversiones tan fructíferas como rápidas. “En mi sector”, cuenta Héctor Barchetta, “el precio de la hectárea pasó de 2.000 a 8.000 dólares. Los productores más frágiles acabaron por vender, lo que provocó una concentración de la propiedad inmobiliaria.”

De hecho, la superficie media de las explotaciones de La Pampa pasó en una década de 250 a 538 hectáreas, mientras que el número de granjas se reducía un 30%. Según el censo agrícola realizado por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), entre 1991 y 2001 quebraron 150.000 campesinos, 103.000 de ellos tras la llegada de la soja transgénica. En esta misma fecha unos 6.000 propietarios poseían la mitad de las tierras cultivadas del país, mientras que 16 millones de hectáreas pertenecían ya a extranjeros, un proceso que se ha acentuado todavía más después.

“Asistimos a una expansión sin precedentes del agrobusiness, de la agricultura industrial dirigida a la exportación, en detrimento de la agricultura familiar, que desaparece”, se lamenta Eduardo Buzzi, presidente de la Federación Agraria Argentina. “Los campesinos que se marchan son reemplazados por actores que no provienen del mundo agrícola: se trata de fondos de pensión o de inversores que invierten su dinero en ‘consorcios de semillas’ y que se lanzan al monocultivo de la soja Roundup Ready, en colaboración con multinacionales como Cargill o Monsanto. Todo ello en detrimento de los cultivos alimenticios.”

De hecho, mientras que la soja Roundup Ready prosigue su imparable avance y transforma al antiguo granero del mundo en un productor de forraje para el ganado europeo, las producciones alimenticias desaparecen. Según fuentes oficiales, de 1996-1997 a 2001-2002 el número de tambos, explotaciones lecheras, se redujo un 27%, y por primera vez en su historia, el país de las vacas tuvo que importar leche de Uruguay. Igualmente, la producción de arroz descendió un 44%; la del maíz, un 26%; la del girasol, un 34%; la de la carne porcina, un 36%.

Este movimiento fue acompañado de una subida vertiginosa del precio de los productos básicos de consumo: por ejemplo, en 2003 el precio de la harina subió un 162%, el de las lentejas (muy apreciadas en la cocina nacional), un 272% o el del arroz, un 130%. “El argentino medio come mucho peor que hace treinta años”, subraya Walter Pengue, “y lo irónico del caso es que se nos anima a cambiar la leche y la carne de vaca, que siempre han formado parte de la dieta nacional, por leche y bistecs de soja...”.

Lo que cuenta el agrónomo argentino no es una broma de mal gusto, sino una realidad. En un país en el que el dulce de leche y la carne de vaca son ingredientes esenciales del patrimonio cultural, el propio secretario de Agricultura, Miguel Campos, se apresura a proporcionar una “buena dirección” de un “restaurante sojero” en Buenos Aires. A continuación elogia la generosidad del programa Soja Solidaria lanzado en 2002 por la AAPRESID, que decidió “ayudar” a su manera a los 10 millones de marginados que sufrían desnutrición, de ellos un niño de cada seis. La idea es simple: “Dar un kilo de soja por cada tonelada exportada”.

La campaña fue apoyada por los grandes medios de comunicación, que no dudaron en presentar Soja Solidaria como una “idea brillante que va a cambiar la historia”. Por lo que se refiere al ineludible Héctor Huergo, director del suplemento Clarín Rural, anima al gobierno a “sustituir los actuales programas de ayuda social por una cadena solidaria de coste cero gracias a una red de distribución de soja, uno de los alimentos más completos que basta con hacer que entre en nuestra cultura”.

Para ello, los promotores de los OGM (organismos genéticamente modificados) no escatimaron medios: gracias al gasoil proporcionado gratuitamente por Chevron-Texaco se entregaron cargamentos de soja a cientos de comedores populares y escolares de los barrios desfavorecidos y de chabolas, a las residencias de ancianos, hospitales y a cuantas obras de caridad había en Argentina.

Por todo el país se crearon talleres en los que unos voluntarios (en la Universidad Católica de Córdoba se habla incluso de “brigadistas de la soja”) enseñan a unos “cocineros” cómo fabricar “leche”, hamburguesas y otras milanesas de soja. Así, en la página web nutri.com se aprende que en Chimbas, en lo más profundo de la provincia de San Juan, un “programa municipal” permitió “formar en el consumo de soja” a 6.000 personas y que se movilizó a 1.000 voluntarios para distribuir “leche de soja” a 12.000 niños...

Cuando Soja Solidaria celebra su primer aniversario, Víctor Trucco, presidente de la AAPRESID, no oculta su satisfacción: “Con el tiempo”, escribe entonces en Clarín, “se recordará el año 2002 como el de la incorporación de la soja a la dieta de los argentinos”. Y hace un balance: “Hemos aportado 700.000 toneladas de soja, que representan 280.000 kilos de proteínas de alto valor u ocho millones de litros de leche, o 2.300.000 kilos de huevos, o un millón y medio de kilos de carne”. Una retahíla muy discutible que se supone oculta un propósito resumido por la página web de Soja Solidaria en una frase que tiene el mérito de la claridad: “El plan ha ayudado a la difusión de la soja en el país”.

Un desastre sanitario. “Mire”, dice malhumorado el doctor Darío Gianfelici al volante de su coche, “plantan soja hasta en los arcenes de la carretera. Durante la estación de las fumigaciones, uno puede acabar completamente empapado, ¡las autoridades sanitarias de este país son completamente irresponsables!”. Cuando lo conozco en abril de 2005, Darío trabaja de médico en Cerrito, una ciudad pequeña de 5.000 habitantes situada a cincuenta kilómetros de Paraná, en la provincia de Entre Ríos. O lo que es lo mismo, en el corazón del imperio de la soja.

En esta región de la pampa, antes famosa por su diversidad agrícola, el cultivo de la oleaginosa ha pasado de 600.000 hectáreas en 2000 a 1.200.000 tres años después. Al mismo tiempo la producción de arroz descendía de 151.000 a 51.700 hectáreas. Un mínimo de dos veces al año los aviones fumigadores o los mosquitos inundan la región de Roundup, a veces hasta la misma puerta de las casas, puesto que aquí la soja Roundup Ready lo ha invadido todo.

“Es como una fiebre, una epidemia”, suspira Darío Gianfelici, que me enseña a través del parabrisas los famosos chorizos. Al no saber ya dónde almacenar los granos porque la infraestructura no era suficiente, los productores inventaron unos silos en forma de chorizo que ahora jalonan los márgenes de las carreteras. Si el doctor se ha convertido en un militante en contra de los OGM no es por una cuestión ideológica, sino porque le preocupa la evolución de las patologías a las que se enfrenta en su consulta. “Yo no sé si la técnica biotecnológica constituye un peligro para la salud”, quiere precisar, “en cambio, denuncio los daños sanitarios que provocan tanto las fumigaciones masivas de Roundup como el consumo abusivo de soja Roundup Ready”.

Y recuerda la toxicidad del glifosato y, sobre todo, como hemos visto, de los surfactantes (esas sustancias inertes que permiten al glifosato penetrar en la planta), como el polioxietileno-amina (PO EA). Ahora bien, más en Argentina que en otros lugares, la publicidad de Monsanto que asegura que el Roundup es “biodegradable y bueno para el medio ambiente” ha llevado a que no se tome ninguna precaución con las fumigaciones que contaminan todo el medio ambiente: el aire, la tierra y las capas freáticas. Aunque el representante del Estado, Miguel Campos, afirma con enorme seguridad que el “Roundup es el herbicida menos tóxico que existe”...
Pero Darío Gianfelici es categórico: “Muchos médicos de la región hemos constatado un aumento muy significativo de las anomalías de la fecundidad (como abortos naturales o muertes fetales precoces), disfunciones de tiroides y del aparato respiratorio (como edemas pulmonares), de las funciones renales o endocrinas, enfermedades hepáticas y dermatológicas o problemas oculares graves. También nos preocupan los efectos que pueden tener los residuos de Roundup que ingieren los consumidores de soja, porque se sabe que algunos surfactantes son perturbadores endocrinos. En la región se ha constatado una cantidad importante de criptorquidias y de hipospadias en los chicos jóvenes y de disfunciones hormonales en las niñas, algunas de las cuales tienen la regla desde la edad de los tres años...”.

Curiosamente, el programa Soja Solidaria fue el primero que provocó que las instituciones se pusieran en guardia en relación no tanto con los OGM como tales sino con los riesgos que suponía para los niños el consumo excesivo de soja. Así es como en julio de 2002 el Consejo Nacional de Coordinación de Políticas Sociales organizó un foro sobre el tema en el que se recordó que “no se debe llamar ‘leche’ al zumo de soja y que en ningún caso debería reemplazar a esta”.

Los profesionales sanitarios subrayan que la soja es mucho menos rica en calcio que la leche de vaca y que su fuerte concentración en fitatos impide la absorción de metales como el hierro o el cinc por parte del organismo, lo que aumenta el riesgo de anemia. Y, sobre todo, desaconsejan vivamente el consumo de oleaginosas en niños menores de cinco años por una razón que cae por su propio peso: como hemos visto, la soja es rica en isoflavonas, que sirven de sustituto hormonal a las mujeres en la premenopausia y, por lo tanto, pueden provocar importantes problemas hormonales en organismos que están en pleno desarrollo.

“Estamos preparando un auténtico desastre sanitario”, resume Darío Gianfelici, “pero, por desgracia, los poderes públicos no han calibrado lo que está en juego y quienes osan hablar de ello son considerados unos locos que se oponen al bienestar del país”.

Aquel día el doctor tiene una cita en una escuela católica dirigida por unas religiosas alemanas. El imponente caserón rosa ocre de estilo colonial emerge en medio de una vasta extensión de soja. “La semana pasada”, explica la directora, “fumigaron Roundup justo antes de la lluvia. Después hubo un sol muy fuerte que provocó la evaporación. Muchos alumnos empezaron a vomitar y se quejaban de dolor de cabeza”. La religiosa pidió a los servicios sanitarios de la provincia que lo investigaran y estos concluyeron que se trataba de un “virus”... “Sin embargo, analizaron el agua pero no encontraron nada”, precisa la religiosa.

–¿Estudiaron la posibilidad de una intoxicación debida a los productos químicos? –pregunta Darío.
–No –responde Ángela, una maestra–. Cuando apuntamos esta hipótesis, lo negaron categóricamente...

Ángela sabe de qué está hablando. Vive en una casita rodeada de campos de soja. Cada vez que fumigan padece violentas migrañas, irritación en los ojos y dolores articulares. “Hablé con los técnicos”, explica. “Lo único que conseguí es que me avisaran cuando fueran a fumigar el herbicida y durante dos días me voy de casa con mi familia. Me sugirieron que vendiera la casa, pero, ¿para ir adónde? La soja vale más que nuestras vidas...”


Fuente Linea Capital, Misiones, Argentina: http://www.lineacapital.com.ar/?nota=287

jueves, 5 de marzo de 2009

Las semillas de un mundo más solidario


Este es un mundo de ricos y pobres, un mundo de depredación de los ecosistemas, un mundo de contaminación y de violencia que no tiene futuro. Debemos ser críticos agudos al modelo dominante y tratar de concientizar sobre esta situación a las clases medias y bajas, los técnicos e intelectuales, los estudiantes y los trabajadores, todos víctimas de la destrucción del trabajo, de la destrucción de sus propias vidas y de la vida de la Tierra.
Necesitamos para ello tener una propuesta realista y simple de la que todos podamos ser participes, una propuesta que sea capaz de integrar relaciones personales de colaboración en lugar de la actual competencia interpersonal que nos agobia. Nosotros pensamos que un camino posible puede ser la pequeña agricultura, y en especial la agricultura de los desarrollos locales. Una agricultura capaz de modificar a los gobiernos municipales para que incorporen el desarrollo de su agricultura en la planificación local. Una propuesta que ejercite y haga crecer la ciudadanía en el logro común de la Soberanía Alimentaria.

La agricultura de procesos, la producción de alimentos simples, deben enfrentar hoy al modelo dominante de los agronegocios donde predomina la escala, la disminución de costos y la dependencia a insumos. Si esta agricultura tiene los actuales paradigmas impuestos en su contra, ¿por donde empezar? ¿Y si acaso comenzáramos por las semillas? Las semillas son el origen mismo de la agricultura, son pequeñas y humildes, pero pueden comprometernos a que nos relacionemos, pueden obligarnos a intercambios y reciprocidades, pueden llevarnos a aprender y a compartir los conocimientos y los saberes propios de la vida. Las semillas pueden conducirnos a reencontrar la tierra, a sentirla y verla de otra manera, y descubrir así el nuevo paradigma, la propuesta de un mundo nuevo con calidad de vida y en armonía con los ecosistemas.
Comunícate con nosotros, estamos iniciando un proyecto de redes de guardadores de semillas, que hemos llamado Semillas Campesinas.


Grupo de Reflexión Rural: http://www.grr.org.ar/

lunes, 2 de marzo de 2009

La selva en los zapatos



Sus zapatos y los que tiene en el armario, más sus prendas de cuero, unido al sofá de piel del salón o los asientos de cuero del coche contribuyen a deforestar la selva del Amazonas.
El cuero procedente de millones de cabezas de ganado para la industria de la piel se produce en gran medida en Brasil, el mayor exportador mundial de esta materia prima, a la que hasta ahora no se le había atribuido una más que evidente huella ecológica.

Ha sido Greenpeace quien ha dado la voz de alarma: los 205 millones de cabezas de ganado vacuno que se alimenta en los pastos de la Amazonia arrebatados a la selva, contribuyen de manera decisiva a la destrucción del mayor pulmón del planeta y por tanto al cambio climático. El informe Impacto de la ganadería en la Amazonia, no sólo denuncia la expansión de la ganadería en Brasil a costa del mayor captador de carbono terrestre, sino de sus consecuencias para el calentamiento global.


Entre 2000 y 2007 se han destruido 154.000 kilómetros cuadrados de la selva, una extensión mayor que Grecia. Y aunque Brasil no es un país industrializado, es el cuarto país más contaminante del mundo. El 75% de las emisiones de CO2 de la mayor economía de Sudamérica provienen precisamente de la deforestación.
La destrucción de la selva viene ocurriendo aceleradamente desde hace más de tres décadas, impulsada por el apoyo del Gobierno a la colonización del territorio y el desarrollo de infraestructuras con ese fin. Tras la tala ilegal de madera todavía en curso, ilegal quema y tras ella la agricultura y la ganadería, que por el bajo precio del suelo logran producir a precios muy competitivos, lo que hacen de Brasil el mayor exportador del mundo de madera, carne y pieles.
Si hace unos años, las ONG denunciaban la destrucción de la selva para cultivar soja con destino a los biocombustibles o la ganadería y el coste insostenible de la producción de carne para las grandes cadenas de hamburgueserías, ahora le ha llegado el turno a las pieles; la industria del cuero.
«Brasil tiene un papel muy importante ante los efectos del cambio climático y debe ser capaz de reducir la deforestación a cero antes de 2015», defiende Greenpeace en su informe mundial.
No obstante, Greenpeace asegura que no pretenden hacer una campaña contra la expansión de la ganadería en Brasil, sino a favor de que este país «adopte el objetivo Deforestación Cero para 2015, para evitar el cambio climático».
Lo que sí va a realizar la organización ecologista es una campaña entre los sectores industriales europeos y norteamericanos para que suspendan sus importaciones de cuero o carne «procedente de empresas ganaderas brasileñas vinculadas a la deforestación ilegal o a condiciones de semiesclavitud de sus trabajadores».
«La ganadería tiene un impacto social nefasto en la Amazonia. Más de 3.000 trabajadores fuero liberados de explotaciones ganaderas en las que vivían en régimen de semiesclavitud», asegura la ONG.

Otro efecto pernicioso es el metano expulsado por las flatulencias del ganado. Las moléculas de metano son 60 veces más activos en en el efecto invernadero que las de CO2. Se calcula que el potencial de emisión de gases de efecto invernadero del ganado bovino es de 13 kilogramos de CO2 equivalente por kilo de carne. «Esto significa que comer un kilo de carne genera la misma cantidad de gases de efecto invernadero que un pasajero en un vuelo de 100 kilómetros», asegura el informe. La cifra duplica la huella de carbono de la carne de pollo o de porcino.
Ante el cúmulo de argumentos, Greenpeace considera que Brasil debe de apoyar el nuevo protocolo que surja de la Cumbre del Clima de Copenhague en diciembre próximo, que incluya un Fondo Internacional para la Reducción de las Emisiones por deforestación y Degradación de los Bosques (REDD). Este acuerdo que se viene discutiendo desde hace años se debe firmar este año para canalizar fondos a los países con selvas tropicales que eviten la deforestación.
Brasil ya ha presentado un plan para detener la deforestación en 2015 en un 70%. Sin embargo Greenpeace considera que debe ser en su totalidad y que cinco años antes debe establecer una moratoria. Si se logra, la huella de nuestros zapatos será menos destructiva.
(Foto de la cabecera: Daniel Beltrá-Greenpeace)
Publicado en El Mundo 02/03/2009 por: Gustavo Catalán Deus - Madrid

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