Si tuviéramos que elegir la rama de la ciencia más ampliamente demonizada, con la percepción social más negativa y con más críticas a sus espaldas, muchos no dudaríamos en elegir al campo de las plantas transgénicas (mientras, en medicina, nadie dice ni “mu” con los transgénicos).
Las semillas Monsanto
Mucho se ha hablado sobre las prácticas monopolísticas de la empresa norteamericana Monsanto. En cuestión de plantas transgénicas ellos son los reyes, al controlar aproximadamente el 60% del mercado mundial y un 70% del mercado de semillas. En la actualidad, grandes extensiones de cultivos de maíz, soja y algodón proceden de los productos transgénicos de Monsanto. Resistencia a plaguicidas, mayor producción, resistencia a determinadas plagas… Son sólo algunas de las propiedades que ofrecen sus productos a través de la modificación genética de las plantas.
Cada una de las plantas transgénicas (o semillas) de Monsanto que están en el mercado están patentadas. Es decir, esta empresa tiene un derecho exclusivo para su comercialización y explotación comercial durante el tiempo de duración de la patente. Esto da lugar a tres grandes problemas:
-Se encarece el valor de las semillas pues no existe apenas competencia en el mercado de los transgénicos.
-Los agricultores no pueden guardar ni volver a sembrar las semillas que están patentadas. En caso de reutilizarlas, se enfrentan a fuertes demandas judiciales.
-En los cultivos normales cercanos a los cultivos de plantas transgénicas terminan apareciendo, con frecuencia, plantas transgénicas las cuales son, por lo general, difíciles o imposibles de reconocer tan sólo por su aspecto. Los agricultores a los que les ocurre esto pueden ser demandados por Monsanto debido a la vulneración de su patente.
Debido al exceso de celo de Monsanto en la aplicación de patentes en sus plantas transgénicas y productos derivados así como la monopolización en este campo y a prácticas verdaderamente mafiosas, gran cantidad de agricultores e instituciones han dado la espalda a estos productos y, en numerosos países de la Unión Europea, están directamente prohibidos.
El arroz dorado
Por esa razón, el déficit de vitamina A es casi endémico en las zonas más desfavorecidas de los países orientales. ¿Las consecuencias? Ceguera, infecciones frecuentes, alteraciones de la piel y los ojos (xerodermia y xeroftalmia), retraso mental y del crecimiento…
El arroz dorado está modificado genéticamente para contener una gran cantidad del precursor de la Vitamina A (betacaroteno) que, al metabolizarse, se convierte en vitamina A en nuestro organismo. De esta manera, el cultivo de este cereal modificado en los países más pobres donde el arroz es un alimento básico supondría la solución a este gran problema humanitario. Pese a todo, tras diez años de su origen, el arroz dorado sigue sin salir al mercado. En la actualidad, se estima que podría salir para 2010 ó 2011 si la fuerte oposición de grupos ecologistas u otros colectivos no bloquea su salida.
La patente del arroz dorado ha sido eliminada para facilitar su distribución entre los agricultores de los países pobres y, así, conseguir que este cereal llegue a la población sin restricciones.
¿Cuál es la moraleja?
La confrontación de estos dos hechos casi contradictorios en torno a las plantas transgénicas simplemente pone de manifiesto que las plantas transgénicas no son buenas o malas per se. Son las prácticas y las intenciones detrás de su producción y comercialización las que van a determinar si van a suponer un daño o un beneficio para la humanidad.
La investigación en las plantas transgénicas va a ir avanzando, queramos o no. En nuestras manos está que ese avance quede exclusivamente relegado a las empresas privadas o, por el contrario, podamos permitir que los organismos públicos también desempeñen su papel.
Por Shora del blog de medicina MedTempus
Yo pensaba lo mismo, que tal vez el transgénico no sea el problema en sí. Sin embargo, en El mundo según Monsanto, en análisis digestivos hechos consumiendo maíz transgénico, sí había reacciones diferentes; aún no se sabía si eran perjudiciales... pero sí pasaba algo. Creo que la selección natural adaptó nuestro sistema digestivo a lo existente; no estamos en condiciones de decir qué pasa consumiendo cosas que, aparentemente, son análogas a las existentes -ese concepto laxo que usó la fda para autorizar cualquier cosa- pero que no sabemos en realidad qué pasa de verdad con nuestro estómago y eso modificado genéticamente. Me recuerda al tema de los transplantes, hace relativamente poco se descubrió que células del órgano implantado iban "colonizando" el cuerpo receptor. Tal vez no tenga que ver... pero...
ResponderEliminarEstá claro que el problema es humano, fallamos en el control de nuestras creaciones y aplica lo peor del ser a las ciencias. Como dice la escritora de mi reciente post "No es la ciencia lo que hay que observar, sino a los seres humanos que la usan...La ciencia es una herramienta, como el martillo. Se puede usar para bien o para mal, para construir una casa o asesinar al vecino"
ResponderEliminar¿Te acordás de Marabunta? Nunca pensé que íbamos a ser nosotros...
sawabona
Abrazo