- Si los reguladores de EEUU y la UE no lo frenan, tres empresas controlarán casi el 60% de las semillas, casi el 70% de los pesticidas y productos químicos para el cultivo de alimentos y casi todas las patentes de los transgénicos
- "Estas nuevas mega-corporaciones van a expandir su poder y eliminar de la competencia a las pequeñas empresas locales", advierte un analista
Cuando un agricultor de la India planta sus
cultivos de algodón, hay al menos un 75% de posibilidades de que las
semillas las haya tenido que comprar a una empresa propiedad de
Monsanto. Si un agricultor latinoamericano rocía insecticida a sus
granos de soja transgénica, es más que probable que los productos
químicos se los haya vendido la empresa farmacéutica alemana Bayer o la
estadounidense Dupont. Y cuando un granjero africano le pone productos
químicos a su campo de maíz, es muy probable que estos productos
provengan de la empresa suiza Syngenta.
Hasta hace
poco, seis o siete empresas agroalimentarias competían por el mercado de
las semillas y los productos químicos. Pero si los entes reguladores de
Estados Unidos y la UE permiten que se concreten una serie de fusiones,
en pocos meses sólo tres empresas controlarán casi el 60% de las
semillas del mundo, casi el 70% de los pesticidas y productos
químicos necesarios para cultivar alimentos y casi todas las patentes de
los alimentos transgénicos del mundo.
Las mega-fusiones que en este momento están analizando
los gobiernos y la Unión Europea incluyen la compra por 59.000
millones de euros de Monsanto, la empresa de productos químicos,
semillas y biotecnología de Estados Unidos, por la alemana Bayer; la
intención de la empresa química estadounidense Dow de fusionarse con su
rival, el conglomerado DuPont; y el plan de ChemChina de comprar el
grupo suizo de semillas y genética Syngenta por 38.000 millones de
euros.
Si tenemos en cuenta las fusiones de algunas
de las empresas de fertilizantes más grandes del mundo, y las
intenciones de las empresas de equipamiento agrícola más grandes del
mundo de invertir en big data, robótica y tecnología agrícola, todos
estos movimientos empresariales llevarán a la agricultura global a una
nueva era.
Grupos antimonopolio, medioambientales y
de consumidores de Estados Unidos, Europa y América Latina se han
mostrado alarmados esta semana al advertir que las tres mega-fusiones
podrían potencialmente concentrar el poder financiero y político de una
forma muy peligrosa y obligarían a más países a adoptar un solo modelo
agrícola que excluye y empobrece a los pequeños agricultores.
Con las semillas, los productos químicos, la investigación y el poder
de presión política en manos de un pequeño grupo de empresas súper
poderosas, dicen, los pequeños productores desaparecerían, se reduciría
la competencia y los precios de los alimentos y los insumos agrícolas
aumentarían.
Información genética crucial para el crecimiento
Dentro de poco se publicará un informe sobre la creciente concentración
de poder en la industria agroalimentaria en el que el Panel
Internacional de Expertos en Sistemas Alimentarios Sostenibles (Ipes,
por sus siglas en inglés) afirma que "está en camino una ola de
consolidación corporativa sin precedentes".
"La
concentración de nuevas tecnologías e información podrían llevar a que
tres empresas controlen el 60% de las semillas y el 70% de los
agroquímicos a nivel mundial, en un oligopolio de gran alcance.
Significaría un cambio histórico y global en lo que respecta al acceso a
insumos agrícolas y haría vulnerable todo el sistema de cosechas y
ganado por su uniformidad", asegura un borrador del informe al que ha
tenido acceso the Guardian.
La consolidación de la
que habla el informe se refiere a que cada una de las tres grandes
corporaciones tendrá acceso a grandes bancos de información genética que
son cruciales para el crecimiento en lugares como el África
sub-sahariana, que sufren escasez de alimentos y tienen una población en
crecimiento.
"Las fusiones permitirán que las
empresas farmacéuticas y agrícolas se conviertan en empresas de big
data", explica Catherine Wood, CEO de Ark Investment Management. "Cuando
se secuencia un genoma humano o una semilla, lo que se obtiene es
información".
Olivier De Schutter, antiguo relator
especial de la ONU sobre el derecho a la alimentación y copresidente de
Ipes, señala que las fusiones harán que los países en desarrollo se
conviertan aún más en objetivos para la agricultura corporativa.
"La frontera de la agricultura industrial se está moviendo hacia el
África sub-sahariana. Allí hay un gran mercado y las empresas semilleras
dicen que crecerá aún más en los próximos años".
"Estarán en una posición dominante en el mercado. África sub-sahariana
se está convirtiendo en el campo de batalla de las grandes
corporaciones", indica De Schutter.
Colin Hamilton es
el jefe de investigación sobre bienes de consumo en el banco Maquarie,
en Londres. "Estas fusiones muestran cómo las corporaciones buscan el
avance tecnológico y la mejora de las cosechas", opina Hamilton. "China
produce la mitad de maíz que Estados Unidos, así que quiere ponerse al
día. Quiere tecnología de Syngenta".
Los jóvenes ya no quieren campo
Parte del cambio de la consolidación corporativa y del sistema agrícola
estadounidense basado en la ingeniería genética está generado a su vez
por cambios demográficos y tecnológicos. "La mayoría de los agricultores
en países como China son mayores de 50 años. Los jóvenes ya no quieren
trabajar en el campo".
El grupo de vigilancia
tecnológica y agrícola ETC argumenta que el furor ya no se limita a
adquirir semillas y pesticidas, sino a controlar los insumos agrícolas y
la seguridad alimentaria a nivel mundial.
"Los entes
regulatorios anti-monopolios deberían prohibir estas fusiones en todo
el mundo, y especialmente en mercados emergentes del hemisferio sur, ya
que estas nuevas mega-corporaciones van a expandir su poder y eliminar
de la competencia a las pequeñas empresas locales", afirma Pat Mooney,
director de ETC, un grupo que supervisa los negocios y las tecnologías
agrícolas mundiales.
Mooney dice que las fusiones responden al deseo de las corporaciones de controlar el big data y el acceso a las patentes, los transgénicos y la propiedad intelectual.
"Estos acuerdos no son sólo sobre el control de las semillas y los pesticidas, sino también sobre quién controlará el big data
en la agricultura. Las empresas que puedan controlar la información
sobre las semillas, la tierra y el clima y calculen nueva información
genómica tendrán inevitablemente el control sobre los insumos agrícolas:
semillas, pesticidas, fertilizantes y maquinaria".
"El control lo tendrán las grandes corporaciones que manejen mejor la información y el ADN en beneficio propio", explica.
Las fusiones han hecho sonar las alarmas en América Latina, y preocupan
porque producirán aumentos de precios, más privatización de la
investigación y presión política, afirma Silvia Ribeiro, directora de la
oficina de asuntos latinoamericanos de ETC en México.
"Estas grandes corporaciones presionan para que nuestros países tengan
leyes y normativas que les permitan dominar el mercado, aplastar los
derechos de los pequeños agricultores e ilegalizar las semillas
campesinas", señala.
Precios más altos, mayor empobrecimiento
"Todas juntas, estas fusiones van a modificar el mundo agrícola,
probablemente elevando los precios para productores y consumidores de
todo el mundo", advierte Adrian Bebb, responsable de alimentación,
agricultura y biodiversidad de Amigos de la Tierra Europa, que describió
la fusión de Monsanto y Bayer como un "matrimonio infernal".
Al concentrarse el control del mercado y el acceso a las semillas y la
tierra entre unas pocas corporaciones, Bebb dice que millones de
pequeños agricultores en países en desarrollo se empobrecerán: "Desde
África y Asia hasta América Latina y Europa, el control corporativo de
los mercados y las cadenas de suministros está desplazando a millones de
pequeños productores agrícolas". Cree que "esta dinámica ha generado
uno de los índices más altos de pobreza y hambre entre pequeños
productores de alimentos y comunidades rurales de todo el mundo".
Bebb y otros argumentan que las fusiones no buscan resolver el hambre
mundial. "Las investigaciones han demostrado que el hambre en el mundo
no es un problema de abastecimiento, sino de pobreza, de ausencia de
democracia y de acceso desigual a la tierra, el agua y otros recursos,
especialmente para las mujeres.
Para evitar que unas
pocas empresas controlen absolutamente el abastecimiento mundial de
alimentos, se debería invertir mucho dinero en agricultura de bases,
afirma.
"Los pequeños agricultores son la columna
vertebral del abastecimiento alimentario del mundo. Representan al 90%
de los agricultores de todo el mundo y proveen más del 80% de los
alimentos consumidos por los países en desarrollo, especialmente en Asia
y el África sub-sahariana", explica Bebb.
La lucha
por detener las fusiones no sólo está en manos de entes regulatorios.
Poderosos movimientos agrícolas en muchos países en desarrollo,
aterrorizados por el inmenso poder que tendrían las corporaciones,
planean llevar sus preocupaciones a la ONU y a las conferencias
internacionales que se llevarán a cabo en los próximos meses en
Indonesia, México y otros lugares del mundo.
Una de
las convocatorias más importantes será el mes que viene en Roma, donde
se reunirá el comité sobre seguridad alimentaria mundial de la
Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura.
"Prácticamente todos los gobiernos del mundo, las organizaciones y
muchas de las empresas agrícolas estarán reunidos en el mismo lugar
durante una semana, tratando temas de la seguridad alimentaria. Va a
haber mucha gente enfadada intentando detener estas fusiones", asegura
Ribeiro.
Por John Vidal para The Guardian - Traducción de Lucía Balducci, eldiario.es
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